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lunes, 22 de febrero de 2010

Análisis desde el Sur

Petróleo y Malvinas en el debate por la soberanía

Por: Julio C. Gambina [1]

Se reabrió la polémica por las Malvinas en un tema estratégico: la explotación petrolera. La noticia remite a inversiones inglesas en las islas argentinas usurpadas por el Reino Unido y la decisión del gobierno argentino por impedir el transporte de materiales asociados a dicha explotación. Esa medida gubernamental está sostenida en el incumpliendo inglés de acuerdos diplomáticos entre ambos países. Acuerdos que funcionaron entre 1995 y 2007 y reiteradamente incumplidos por las licitaciones de áreas petroleros habilitadas por Inglaterra en Malvinas.

Los trascendidos y declaraciones en cada país motivan las más diversas especulaciones, incluso guerreristas (al mejor estilo Thatcher en 1982) en el ambiente electoral británico, pero lo importante es la discusión sobre el uso soberano de los recursos naturales, un tema que trasciende la explotación de hidrocarburos y se proyecta a la explotación de la minería, de la tierra y su producción agrícola y ganadera, especialmente en tiempos de subas de los precios de la alimentación y deterioro de la capacidad de compra de los sectores de menores ingresos.

El capital sin fronteras


El hecho son las concesiones para explorar y explotar yacimientos establecidos en el mar argentino. Son acciones de empresas transnacionales sobre un potencial de 200.000 millones de barriles de petróleo.

No resulta ocioso recordar el peso estratégico de la producción petrolera en las condiciones del modelo productivo vigente y que la Argentina es de los pocos países que no administra soberanamente las reservas petroleras. El 90% de las reservas de petróleo del mundo son administradas por los Estados nacionales, claro que también se verifica la dependencia de la actividad petrolera de las corporaciones privadas que manejan el paquete de la tecnología del petróleo, la comercialización, el financiamiento y el transporte. No alcanza con la soberanía sobre los yacimientos, siendo estratégico el paquete tecnológico, el know how de la exploración, explotación y distribución de los hidrocarburos. Es todo un tema para pensar la cuestión energética desde un enfoque alternativo, pues no solo se trata de recuperar la petrolera estatal, sino de articular un trabajo de ciencia y técnica en el marco de la cooperación e integración regional.

El episodio que comentamos articula a la Empresa Desire Petroleum y uno de sus principales accionistas: la Banca Barclays, entidad financiera organizadora seleccionada por el gobierno argentino para la reapertura del canje de la deuda externa en cesación de pagos. Se trata de una combinación de dos temas centrales, la explotación petrolera y la negociación de las acreencias externas. Convengamos que la cuestión involucra a socios locales de la iniciativa inglesa, ya que el detenido embarque de tubos sin costura provenía de la empresa Techint. Este consorcio actúa en la explotación petrolera en territorio argentino a través de Tecpetrol y cabe el interrogante si el intento exportador de Techint no inhabilita el accionar del grupo en la explotación petrolera en nuestro país.

Es un razonamiento extensivo a la actividad petrolera inglesa, de la Barclays y la banca británica, como de todas las empresas externas, especialmente inglesas, que operan en el país. Recordemos que existen disposiciones de la Secretaría de Energía que prohíbe expresamente operar en la plataforma continental argentina sin habilitación de autoridad competente de nuestro país, situación que incluye a las empresas “controlantes, controladas, accionistas, y asociadas”.

Pensar y actuar soberanamente


Son cuestiones a considerar en el marco de la recrudecida crisis de la economía mundial, donde se discute la cuestión fiscal de Europa, el déficit de los estados europeos y su financiamiento por la banca europea. La respuesta del capital y los Estados hegemónicos a la crisis pasa por el ajuste de las cuentas públicas afectando salarios y gasto estatal social, y por una nueva escalada de la ofensiva del capital por la expansión de la explotación de fuerza de trabajo y recursos naturales.

Es tiempo para pensar en la administración soberana de la economía, en soberanía alimentaria, energética y financiera. Lo que estamos sugiriendo es combinar acciones diplomáticas con un debate sobre la soberanía del orden económico local. ¿Es acaso utópico pensarlo, cuando la tendencia es al alza del precio del petróleo, de las tasas de interés (ahora aumentadas por la Reserva Federal de EEUU) y de los precios de los recursos naturales? El debate no es ocioso, máxime cuando el país está negociando el tratado de libe comercio entre el Mercosur y Europa para suscribir en Mayo en los fastos del bicentenario.

El asunto es que no son discusiones distintas, el libre comercio que afecta y afectará a la debilitada industria local es parte de la estrategia ofensiva del capital mundial por la expansión de su actividad en recursos naturales, finanzas y comercio.

Lo que sugerimos es la oportunidad para la discusión sobre la organización económica local sobre bases de soberanía, ahora que se acaba de anunciar el funcionamiento de una articulación entre el Ministerio de Economía y el Banco Central para redefinir el “modelo productivo” surgido de la cesación de pagos de fines del 2001 y de la devaluación de comienzos del 2002. De allí vino el gran crecimiento económico de los últimos años. Se sostiene ahora que además de dólar alto hace falta financiamiento para ampliar la inversión y la acumulación.

Pretendemos argumentar que no sirve engordar el mismo modelo productivo. Se requiere avanzar en otro sentido, donde el eje sea la soberanía y la satisfacción de necesidades sociales que fundamentan la extendida pobreza en la Argentina.


Buenos Aires, 21 de febrero de 2010.


[1] Profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP. Miembro del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO. Director del Centro de Estudios de la Federación Judicial Argentina, CEFJA. Fundador de ATTAC-Argentina.

viernes, 19 de febrero de 2010

Haití y el clamor de los pobres

Haití: ¿cambios en el mapa de pobreza de América Latina?

José Luis Romero

Investigador del CIELAC

El país más empobrecido de América Latina era Haití, el terremoto de Enero pasado probablemente lo ubique en una escala “especial” de pobreza; los eruditos del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial tratarán de encontrar la “metodología adecuada” para reordenar la escala de calificación de pobreza establecida antes del sismo.

El vergonzante segundo lugar de “país más pobre de América” oscila entre varios candidatos; Nicaragua, Honduras y Bolivia, son por lo general los más “calificados” para ese segundo lugar; sin embargo hay que señalar que América Latina es una región pobre o empobrecida, pero sobre todo injusta. La brecha de distribución del ingreso nacional entre los que reciben más y los que reciben menos es alarmante. Basta imaginar que el continente africano posee un modelo de distribución del ingreso menos inicuo que el de nuestro sub-continente.

La multidimensionalidad de la pobreza complejiza su definición y medición en términos que los parámetros establecidos puedan servir indistintamente para cualquier país de la región; el concepto y medición de pobreza tiene que ver con el bienestar individual o colectivo ya sea a través de la capacidad de adquirir bienes y servicios o a la capacidad de satisfacer las necesidades más básicas (vivienda, agua potable, energía, salud, educación, etc.).

La situación generada en Haití después del 12 de Enero magnificó las debilidades estructurales del país y la influencia de siglos de esclavitud, usura y explotación indiscriminada de sus recursos humanos y naturales impuesta por un “orden mundial” que aún persiste bajo distintas figuras.

Quedó al descubierto la ineficacia del recetario del Consenso de Washington y algunas de sus derivadas; el Ajuste Estructural, la Iniciativa para Países Pobres Altamente Endeudados y los Tratados de Libre Comercio, entre otras. También evidenció la desvergüenza del gobierno francés cuando su ministro de finanzas hizo un llamado para acelerar la cancelación de la deuda externa de Haití; las raíces de las vulnerabilidades de la isla y sus pobladores apuntan a Francia, sin lugar a dudas.

Los emblemáticos subyacentes de la rebelión haitiana (1791-1804), inspirada en los principios de la Revolución Francesa y encabezada por el esclavo auto-didacta Toussaint L’Ouverture son únicos en la historia moderna mundial: la segunda República fundada en el Hemisferio Occidental y la única liberada por esclavos afro descendientes que después de derrotar a sus esclavistas derrotaron a la armada napoleónica.

Durante 122 años (1825-1947) Francia “cobró” la osadía de los afro descendientes haitianos de haber proclamado su independencia en 1804, y cobró caro: 150 millones de francos en oro (el equivalente de 22 billones de dólares de hoy) sobreexplotando suelos y mano de obra para extraer bienes y ganancias que sólo dejaron pobreza humana y ecológica para al país. Es una realidad aplastante al ver una imagen satelital de la frontera entre República Dominicana y Haití; República Dominicana tiene árboles, Haití no.

En el año 2003, Haití demandó a París la restitución de los 22 billones de dólares que disciplinadamente pagó durante 122 años; la respuesta no se hizo esperar, el gobierno galo argumentó que el caso estaba cerrado desde 1885 e incluso, para el 2004, formó la Comisión de Reflexión bajo la conducción del filósofo izquierdista Régis Debray para que examinara las relaciones históricas entre los dos países, la conclusión de dicha Comisión es lacerante: “la restitución no es pertinente en términos históricos ni legales”

Haití no necesita un perdón de la deuda externa, sólo necesita que sus acreedores actúen responsablemente y faciliten las condiciones para reconstruir lo que se ha destruido por siglos y en donde la comunidad latinoamericana actúe solidaria y activamente para restituir la integridad de ese históricamente castigado pueblo.

No puede ser posible que frente a la catástrofe las donaciones de Francia no sean ni siquiera la mitad de las donaciones inglesas. El amargo legado histórico del colonialismo es una verdad inevitable, pero un reconocimiento de los errores históricos siempre le hará bien a la humanidad.