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martes, 4 de diciembre de 2007

Tradiciones orales en Cuba


LOS CONJUROS CUBANOS¿SUPERSTICIÓN O TRADICIÓN?

Caridad Santos Gracia

En alguna ocasión se ha detenido a pensar cómo se denominan esas pequeñas acciones, palabras o frases que usted u otras personas, utilizan con cierta regularidad, por ejemplo, para alejar un mal pensamiento, contrarrestar el nefasto augurio, que según la tradición, puede acarrear el aullido desagradable de un perro , la presencia de una mariposa grande y negra o el chillido de una lechuza y qué decir cuando precisa que se mantenga el éxito logrado en el desarrollo de un proyecto o en los estudios. Es probable, que ante tales disyuntivas no dude en exclamar ¡Solavaya!, tocar madera o las manos de la Alma Mater, en las situaciones que correspondan.

Y siguiendo este mismo rango de interrogantes, quién pudiera afirmar categóricamente que no ha sido partícipe de la más mínima acción tendiente a propiciar la “buena suerte” o que nunca ha llevado consigo algún objeto (anillo, bolígrafo, lápiz...) que nos ofrece seguridad y apego- y que quizás asume sin percatarnos cierta función de amuleto- para contribuir a la consumación exitosa de un viaje, un examen o cualquier otra situación ventajosa.

Hasta hace muy poco, la simple alusión a la existencia de los conjuros, encantamientos, hechizos o exorcismos, entre otras denominaciones con que suelen conocerse, así como a diversas manifestaciones un tanto hermanadas a éstos como los augurios o presagios, fórmulas populares de predicción del futuro, y a los ensalmos encaminados a la “cura” de variadas enfermedades, eran mayoritariamente asociados sin distinciones con los significados de mentira, falsedad, atraso e identificados en su conjunto, incluso por la propia población como supersticiones, con toda la carga peyorativa que dicho concepto entraña, siendo blanco de controvertidos análisis especializados, sobre todo a partir de la última década del siglo XX.

Su etimología posee dos acepciones, la más conocida es la que lo define como toda “creencia extraña a la fe religiosa y contraria a la razón”. Y sin intentar, teorizar sobre este tema, en dicho concepto se infiere que la valoración del hecho supersticioso se sustenta en dos principios fundamentales: el objetivo, racional o científico y el religioso. Por ello, las expresiones que no se atienen a lo establecido en uno u otro caso pudieran ser catalogadas como tales.

El argentino Adolfo Colombres importante teórico de la oralidad tradicional considera acertadamente, que el término superstición no debe ser aceptado en ninguna de sus acepciones ya que “resulta un lamentable estereotipo del colonialismo cultural, una forma de desprestigiar, quitar validez y desativar la cultura popular”. (Colombres: 2000).

En el campo de los estudios etnográficos se estima que muchas de las fórmulas señaladas -conjuros, ensalmos, augurios- han dado origen a ciertos usos y costumbres, ritos y creencias cosmogónicas y de concepción del mundo y en parte constituyen reflejos culturales de épocas anteriores. Lo cierto es, que estas manifestaciones poseen un profundo cariz popular, y su estudio, al igual que las restantes expresiones que conforman el valioso entramado de las tradiciones orales, constituye elementos insoslayables para el conocimiento, comprensión y valoración de la identidad nacional y en alguna medida inciden en la forma de ser y de pensar de la población.

Por ello, los conjuros pueden considerarse como uno de los rasgos distintivos de la oralidad tradicional cubana y poseen un acentuado cariz utilitario, aspecto esencial que ha incidido en su pervivencia en disímiles contextos socioculturales, a despecho y a la par, del desarrollo alcanzado en las distintas aristas del conocimiento. Constituyen fórmulas o “técnicas” usadas por las personas con el propósito de intentar darle solución a disímiles problemas que pueden perturbar su existencia, por ello suelen ser tan diversas, abarcadoras y complejas como la vida misma.

La ascendencia de muchos de los conjuros que forman parte de la tradición oral cubana puede hallarse en prácticas y creencias ancestrales , lo cual es posible corroborarlo en cierta medida a través de los estudios desarrollados por algunos investigadores que en el ámbito europeo , sobre todo en diversas regiones de España e Islas Canarias han centrado sus intereses en la revisión y análisis de las fuentes documentales legadas por los tribunales del Santo Oficio, lo que nos da acceso , aunque de manera indirecta a un material de “primera mano” que nos permite , precisar entre otros aspectos, no sólo su antecedente histórico, sino también la pervivencia y validez de muchas de las fórmulas que aún se conservan en nuestro entorno.

Las indagaciones de este tema en América Latina se desarrollaron sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX caracterizadas, por lo regular, por colectaciones que apuntan a regiones específicas o artículos que centran su

atención en algún elemento que puede resultar de interés. La mayoría de estos textos aunque no permiten la obtención de datos cuantificables son fuentes de inestimable valor para establecer análisis comparativos de la presencia de disímiles fórmulas propiciatorias vigentes en diversos países hispanoamericanos.

En Cuba, aunque de forma escasa, algunos investigadores han realizado estudios que en alguna medida tratan el tema. Y una vez más debe hacerse mención a la visión de Don Fernando Ortíz que en la temprana década del 20 del pasado siglo, en su carácter de director de la Revista Archivos del Folklore Cubano permitió la inclusión de dos artículos que se adentran en elementos que intervienen en la materialización de algunos conjuros: la escoba y la presencia de los nudos en los procesos mágicos. Estas indagaciones aunque son breves y sin valoraciones teóricas nos muestran la presencia de estas expresiones en ese período- las cuales aún se conservan,- pero lo más importante es que al ser incluidas en dicha publicación adquieren una nueva dimensión al ser reconocidas como manifestaciones propias de la cultura popular cubana.

Con posterioridad el propio Ortíz se interesa en el estudio y valoración de estos temas y dedica una trilogía: Una pelea Cubana contra los demonios (1959); La santería y la brujería de los blancos (2000) y Brujas e Inquisidores (2003) a desentrañar aspectos de vital interés histórico, prácticamente inexplorados hasta el momento, de considerable estima para el análisis de los conjuros.

El acucioso investigador José Seoane Gallo dedica parte de su obra a la colectación de las fórmulas mágicas y las manifestaciones de la medicina tradicional en la región central de Cuba. Su libro Remedios y supersticiones en la provincia de las Villas (1962) versa sobre diversos conjuros que se practican en ese entorno con el propósito de evitar situaciones desfavorables, entre ellas las desavenencias familiares; alejar malas influencias; conseguir o “amarrar” a uno de los miembros de la pareja; atraer la suerte; pasar inadvertidos o lograr que aparezca un objeto perdido. Motivaciones similares y formas de ejecución semejantes a las halladas en las restantes provincias del país.

Mientras que el Folklore Médico de Cuba aunque está dedicado en lo fundamental a mostrar la diversidad de los procedimientos utilizados por tradición _en la antigua provincia Camaguey- para el tratamiento de múltiples dolencias ofrece una valiosa información factible de ser usada como punto de referencia y comparación, sobre todo las oraciones que se usan en los ensalmos, las cuales también son utilizadas en la práctica de muchos conjuros.

Jesús Guanche en su libro Oraciones populares de Cuba realiza un importante estudio de un conjunto de oraciones procedentes de la tradición oral que se han conservado por medio de su impresión en hojas sueltas- u otros medios escritos- y que aún poseen vigencia entre la población cubana, lo que resulta de suma importancia para este tema pues muchas de ellas son utilizadas en la consumación de algunos conjuros.

Tomando en consideración los criterios sustentados por diversos estudiosos de estos temas y de lo hallado en el ámbito cubano pudiéramos definir de forma general a los conjuros como las imprecaciones que una persona realiza- sin que ello implique ser tildada de bruja o hechicera- complementadas en ocasiones de manera alterna con diversas acciones, frases u oraciones e incluir en ocasiones objetos u otros elementos - la mayoría de ellos revestidos desde épocas remotas de una importante carga simbólica- y dirigidas a una divinidad, santo, fuerza sobrenatural o elemento de la naturaleza con la intención de interferir en los procesos negativos, entre ellos fenómenos atmosféricos adversos; males de diversa índole que pueden infringir personas , animales o seres sobrenaturales, así como propiciar la satisfacción de deseos y necesidades personales, entre otros. Sin dudas, son fórmulas conservadas por la tradición y usadas popularmente para intentar darle solución - o reforzar en ocasiones gestiones favorables que están en vías de realización- a problemas que pueden afectar al ser humano. Predominan en nuestro entorno los conjuros positivos, por ende, no asociados a la consumación de situaciones perjudiciales hacia otras personas.

El individuo que practica algún tipo de conjuro- atendiendo a un errado principio de la ley de causa y efecto, estima que por medio de ese ritual puede variar el curso de ciertas situaciones, sobre todo las desfavorables, así como propiciar otras que le resultan beneficiosas. Por ello, las personas que las vivencian, que tienen fe en ellos, sin dudas los consideran válidos.

La práctica de un conjuro, usando como referencia el entorno cubano, suele presentarse asumiendo diversas modalidades, aunque se pretenda dar solución a problemáticas semejantes. Por ello no es de extrañar que su complejidad se diversifique de forma considerable de uno a otro y su materialización pueda oscilar desde simples gestos (como cruzar los dedos detrás de la espalda para deshacernos de algún juramento o tocar madera para que no se nos estropeen los planes que marchan sin dificultades); acciones como situar en lugares estratégicos ciertas plantas u objetos revestidos de una importante carga simbólica, capaz de protegernos según la tradición de variadas situaciones desventajosas. Algunas acciones pueden acompañarse de palabras o frases cortas con el fin de contribuir a obtener lo deseado, como las imprecaciones ¡Solavaya!, ¡Lagarto!,! En ti se ensuelva! ¡Dios te guíe hasta la puerta del cielo! o ¡Venga a buscar sal mañana! encaminadas a neutralizar lo que pueda constituir señales de mal augurio, factibles de ser realizadas por cualquier individuo hasta otras que pueden implicar el desarrollo de rituales más completos y complejos como el dedicado a la “cura” del mal de ojo, “síndrome se carácter mágico” de bastante incidencia entre la población cubana, que por lo regular requiere la intervención de personas “conocedoras” y suele incluir, entre otros elementos, el uso de oraciones específicas destacándose entre ellas la dedicada a San Luís Beltrán...Estas oraciones, según sea el caso, pueden estar dirigidas tanto a un santo en particular como a un conjunto de ellos o incluir en ocasiones la invocación a demonios u otras fuerzas sobrenaturales .

En el presente estudio sólo se han considerado las que se invocan con el fin de propiciar la materialización de algún conjuro como ejemplo vale señalar, las que se proponen contrarrestar ciertas situaciones negativas que se evidencian, en ocasiones en la propia oración, por lo común son ellas: la cosa mala que se pretende neutralizar o eliminar; la muerte repentina o el accidente que se desea evitar; al perro con rabia y a los animales feroces que resulta imprescindible evadir u otros sucesos desagradables que no deseamos que sucedan y si ya se han manifestado “ actuar” para que tengan el mejor desenlace posible.

Entre las oraciones que fungen como conjuros o en las que se insertan motivos o fórmulas usados como tales se encuentran las dedicadas a San Luís Beltrán, San Pedro, San Dimas, San Silvestre, a la Santa Camisa, San Bartolomé, a la Santa Cruz, a las Doce palabras redobladas ( torneadas o tornadas ), San Alejo, Al Justo Juez, San Miguel Arcángel, San Isidro, San Aparicio, San Juan Bosco, a la Santa Cruzada, San Antonio de Padua, San Francisco de Asís, San Clemente, San Juan Bautista, a la Virgen María, Santa Marta, Santa Mónica, Virgen del Rosario, Santa Elena, Santa Bárbara, Virgen de la Caridad, Virgen de la Cueva, Ángel de la Guarda y otras oraciones que invocan a varios santos a la vez., por sólo mencionar las más representativas.

Es apreciable en la mayoría de ellas la tendencia a sintetizar las oraciones en aras de usar sólo los fragmentos que contienen de forma resumida lo que se desea obtener con la ejecución del conjuro. La necesidad de extraer los aspectos más importantes de estas fórmulas, hasta incluso llegar a minimizar muchas de ellas, está relacionado con el hecho de poder memorizar con mayor facilidad lo más útil de éstas, fragmentos que por lo regular poseen cierta cadencia lo que favorece la conservación de motivos específicos los cuales suelen reiterarse o fusionarse entre sí. Otras veces se tratan de breves salmos o versos ritmados, que aunque difieren entre si poseen una misma esencia y propósito: que el santo nos escuche y atienda, aunque para ello haya que utilizar métodos de coacción extremos como quemarlo, pelarlo u ofenderlo sobre todo al atarlo por sus partes más vulnerables, como se puede apreciar en el rito propiciatorio para que San Dimas nos tome en cuenta. Su amarre se efectúa, en la mayoría de los casos, simbolizado en los nudos realizados en pañuelos, “cabuyas” o cordeles, unidos o no a otros objetos (patas de una silla o mesa) para evitar que el santo huya de nuestra influencia. Pero en ocasiones, no es necesario conocer en su totalidad o en parte, la oración propia de cada entidad, ya que su sola invocación -lo que parece estar bastante generalizado entre la población cubana- acompañada de gestos que se proponen imitar lo que se desea lograr, por ejemplo expulsar lo indeseado, parece poseer poder o fuerza suficiente para alejar lo que nos perturba. El excedente de carga simbólica que poseen una estimable variedad de objetos o elementos procedentes de la naturaleza ( plantas o animales) o de los seres humanos puede deberse , como señalan diversos autores, a la forma que éstos poseen, sin menospreciar las características del material o de la sustancia que los integra, así como ciertos rasgos de belleza o fealdad que pudieran hacerlos destacables, a lo que se suma en ocasiones, su escasa presencia no sólo en la naturaleza, sino en el medio que nos rodea.

Los conjuros estudiados en Cuba son muy similares en las distintas localidades del país, lo cual es posible apreciarlo aún a través de la diversidad de modalidades existentes sobre una misma oración o conjuro gestadas sin dudas por el lugar de procedencia y por el medio de transmisión que las sustenta: la palabra.

La mayor presencia de los grupos de conjuros se corresponde con los encaminados a contrarrestar los daños ocasionados por los fenómenos naturales; pasar inadvertidos o alejar enemigos; así como los practicados para propiciar un sueño tranquilo y libre de pesadillas; evitar o curar el mal de ojo y encontrar objetos perdidos, entre otros.

En las prácticas relativas a tratar de contrarrestar situaciones meteorológicas desfavorables se incluyen las relacionadas con la erradicación de los rabos de nube, de las tormentas o lluvias intensas, de los rayos (o truenos), vientos fuertes, y en menor medida de la sequía y el granizo. Al analizar las diversas técnicas aplicadas, en numerosas ocasiones resulta bastante difícil precisar con exactitud (sobre todo en las tres primeras situaciones) las fórmulas correspondientes a cada caso, pues por lo regular la mayoría de las utilizadas pueden cumplir cualquiera de las funciones señaladas.

Las fórmulas tendientes a tratar de neutralizar o disolver los tornados, conocidos popularmente entre el campesinado como rabos de nubes o mangas de viento, tienen cierta representatividad en el territorio, pues estos fenómenos naturales causan serios estragos, tanto humanos como materiales, sobre todo en el medio rural. Lo que justifica con creces la profusión de las técnicas usadas durante generaciones para intentar contrarrestarlo.

Muchos de estos conjuros se basan en la ejecución de acciones propiciatorias poco complejas, las cuales se sustentan, en lo esencial, en el trazado de la señal de la cruz y en la imitación del corte del fenómeno utilizando una tijera o un machete u cualquier otro objeto cortante, o simplemente se intimida amenazándolo con un dedo, rituales que en su conjunto, se encaminan a un solo propósito: alejarlo lo antes posible.

Las características principales de la magia simpatética – ley de semejanza- se aprecian con claridad cuando se intenta eliminar el rabo de nube con sólo imitar su corte. Estas prácticas mágicas poseen una mayor efectividad cuando se incorporan otros elementos también importantes como las oraciones a ciertas entidades – que tradicionalmente se han ganado el favor de ser invocados para resolver estas situaciones u otros hechos asociados a las fuerzas de la naturaleza- complementadas con la repetición tres veces de la señal de la cruz.

Muchos de los elementos que constituyen aspectos de vital importancia en los conjuros tendientes a evitar los rayos, como la señal de la cruz, utilización de la ceniza, invocación a santos especializados en tales prácticas, también están presentes en las fórmulas que pretenden hacer cesar la lluvia, sobre todo las que por su intensidad adoptan la categoría de tempestades. Y aunque no se obtuvo información al respecto, no dudamos de que extiendan su influencia o poder a tratar de contrarrestar o desviar fenómenos de mayor intensidad como los ciclones o huracanes. Se aprecia además, en alguna medida la incorporación de los niños o mujeres recién parida, por la pureza que tales personas entrañan como los más propicios para ejecutar dichas acciones. Muchos de los ejemplos, no sólo tienen el propósito de hacer cesar la lluvia, sino además pueden utilizarse para “luchar” contra cualquier adversidad meteorológica., por lo que en ocasiones resulta difícil ubicarlos en uno u otro grupo.

Con una difusión que pudiera tildarse de universal se encuentran las prácticas tendientes a evadir las personas, que a criterio personal pueden causar algún mal o crear inconvenientes. Por ello no es de extrañar que estas fórmulas o la utilización de ciertos objetos encaminados a “hacerse invisible” ya existieran desde el medioevo, siendo frecuente entre la población el uso de cédulas y nóminas (versión cristiana de los amuletos y talismanes árabes) los cuales se colocaban en una bolsita que se colgaba en el cuello y uno de los propósitos que se le adjudicaban a esta modalidad de talismanes era precisamente el de poseer poderes para evitar ser apresados por la justicia, por lo que resulta fácil deducir que llevaba implícito el don de la invisibilidad.

En nuestro entorno, abundan las que se realizan con el propósito de evadir las personas que se consideran enemigas o para evitar la presencia de la policía, como se evidencia en el prólogo de la oración a San Alejo, una de las más usadas con tal fin: “cuando seáis objeto de sobresalto con motivo de perversas intenciones y vuestra casa esté interferida por personas de mala voluntad o malvadas intenciones” (Guanche: 208) Es precisamente en esta ocasión el momento propicio para poner en práctica este conjuro, aunque también es posible utilizarlo en otras ocasiones.

La consumación de la relación de pareja y que la misma perdure de forma adecuada y respetuosa entre ambos cónyuges. Es otro de los grupos que gozan de fuerte incidencia en nuestro entorno. Y le corresponde a las fórmulas que lo integran haber sido, desde tiempos inmemoriales, las más solicitadas. Abundan los ejemplos, que intentan la consumación de tales propósitos, muchos de los cuales quedaron documentados en las causas presentadas a los tribunales del Santo Oficio.

El análisis de dichas fuentes permite corroborar que muchas de las vías usadas en aquel entonces perviven aún hoy, como es obvio con ciertas modificaciones no sólo entre la población cubana, sino en gran parte del ámbito latinoamericano. Martín Soto incluye dichas prácticas en el grupo que denomina magia amorosa o erótica, y es precisamente en este campo donde la hechicería halló una motivación importante; fórmulas ejecutadas, en su gran mayoría, por el sexo femenino. Diversas particularidades que integran este conjunto de prácticas no han variado mucho en el presente. Aún hoy continúan siendo efectivas la invocación a entidades específicas, responsabilizadas para interferir en estos casos, así como la utilización de ciertos elementos o emanaciones procedentes del cuerpo humano, con las cuales se preparan fórmulas, según sea el caso.

Las encaminadas a obtener un sueño agradable poseen una alta incidencia en el territorio ,y en ellas se incluye una interesante e importante muestra de la diversidad de fórmulas existentes para tratar de lograr este propósito Tales técnicas oscilan desde esquemas muy sencillos, que incluyen la presencia de objetos – zapatos, chancletas.- que no por simples o comunes dejan de estar investidos de una importante carga simbólica , con variadas connotaciones en diversas culturas, a las cuales se le añade la señal de la cruz y el uso del agua, sustancia vital para la vida y también por esta misma causa ampliamente usada en estas manifestaciones de carácter propiciatorio.

Se destacan además algunas versiones de la oración dedicada a San Bartolomé-donde suele producirse la combinación de secuencias correspondientes o motivos diferentes, premisa común en la mayoría de las oraciones populares vinculadas a estas prácticas. Si bien es cierto, que muchos conjuros incorporan una relación importante de oraciones populares, que han sido conservadas a través de su impresión en hojas sueltas cuyo antecedente es posible hallarlo entre fines del siglo XIX y principios del XX. Aunque muchas de estas oraciones poseen un origen mucho más remoto, lo cual es posible corroborar por las fuentes legadas por los procesos inquisitoriales .Lo más usual es la tendencia a su síntesis, en aras de usar sólo los fragmentos que contienen, de forma resumida lo que se espera de éstas. Predominan en el entorno cubano la invocación a entidades o fuerzas sobrenaturales utilizando para ello pequeñas estrofas que asumen la estructura de tercetas o cuartetas con considerables variantes de presentación .Suelen incluirse indistintamente como parte del ritual sustancias, objetos, plantas o animales revestidos desde muy atrás de connotación especial, que favorecen – según la tradición- el desarrollo exitoso del conjuro.

Bibliografía consultada.

Datos acerca de la autora.

Caridad Santos Gracia. La Habana, 1951. Historia del Arte, 1975. Investigadora agregada del CIDCC Juan Marinello. Ha obtenido premios nacionales de investigación, entre ellos del Centro Juan Marinello, Catauro de la Fundación Fernando Ortiz y Premio de la Critica Científico Técnica. Libros publicados en calidad de coautora y autora: Cultura Popular Tradicional Cubana; Danzas populares tradicionales cubanas, Juegos infantiles tradicionales, Los agüeros cubanos, entre otros.