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viernes, 16 de mayo de 2014

Los discursos sobre la paz





Ponencia: Los discursos sobre la Paz: aportes para una pedagogía de la ternura.
Msc. Guillermo Gómez Santibáñez
Docente de Cultura de Paz
Director del CIELAC/UPOLI

17 de noviembre de 2011

Universidad Politécnica de Nicaragua

Palabras claves: Paz, Educación, Cultura de Paz, Conflicto, Pedagogía, Ternura


RESUMEN


Son muy diversos los discursos que a diario oímos sobre la paz. La paz, como palabra y concepto no es un término neutro, ella surge de situaciones concretas de temor y angustia cuando vemos amenazada nuestra estabilidad y la convivencia humana. La paz ya no es entendida como ausencia de guerra o de violencia, ella adquiere un sentido más holístico, cuyo significado ha evolucionando hacia un carácter integrador, de estado de bienestar y seguridad que involucra el respeto a los Derechos Humanos, la protección al medio ambiente y la satisfacción de la necesidades básicas en materia de alimentación, vivienda y salud. ¿Cuál es el discurso sobre la paz que predomina en la pedagogía del aula? ¿Cuál es la práctica educativa a seguir para transformar los discurso sobre la violencia y construir una pedagogía de la ternurización social?



0.    Introducción

La paz es una palabra que no deja de estar presente en todos los discursos, ella se deja sentir de una u otro manera cuando se trata de buscar el entendimiento humano. La paz es una palabra que se reinventa constantemente, que atraviesa todas las fronteras culturales y que es transversal a los valores humanos.

Hay una tradición del pensamiento occidental que nos enseñó que pensar en la paz era pensar en la guerra y en la violencia. Hubo un periodo en que los estudios para la paz estaban unidos a los estudios sobre la guerra, al menos así se halla en los estudios clásicos de Karl von Clausewitz, que define la guerra como “un acto de violencia que intenta forzar a nuestros oponentes a que cumplan nuestra voluntad”. Luego llega a decir que la “guerra es la continuación de la política por otros medios”. Otros estudios como los de Quincy Wright, han llegado a afirmar que la guerra ha sido una aventura necesaria y un instrumento útil y un procedimiento legítimo de nuestra existencia.

La guerra no ha sido más que una vulgar expresión de los Estados soberanos y del conflicto de sus grupos político. Nunca ha sido una expresión de la verdadera voluntad popular.

La historia de la palabra paz nos puede dar  algunos indicios  de su carga de sentido en la cosmología social de nuestras civilizaciones. Veamos brevemente esto:

Los griegos usaban la palabra eirene para referirse a la paz dentro de un grupo cuando vive en armonía y justicia entre sus miembros. Lo contrario a esto es la discordia, la ruptura de la armonía que provoca la guerra (stásis).

En la tradición romana está la idea de pax que tiene tres características: primero como ausencia de guerra (absentia belli), referida a la violencia organizada entre Estados o países, con lenguas, religión e ideología propias. Esto se define como paz externa. Luego las disputas entre clases, razas, grupos territoriales, que desafían el gobierno central, definida como la paz interna o social. Segundo, la paz romana encierra la idea de pacto: pacta servanda sunt; los tratados internacionales deben cumplirse. En el derecho romano el pacto produce concordia garantizada por la ley. Tercero: sivis pacem para bellum, “si quieres la paz prepara la guerra. La paz es reforzada ante cualquier agresor a partir del discurso de la guerra.

En la tradición hebrea la palabra para paz es shalom  y hace referencia a un pacto entre Yavé y su pueblo para producir justicia y prosperidad. En la tradición cristiana la teología del pueblo elegido se universaliza e integra el concepto de eón nuevo bajo un nuevo orden (Basilea) o Reino de Dios y bajo una nueva ética. San Pablo, el apóstol misionero a los gentiles utilizará el término Reconciliación (katallagé) para referirse al acto de unir a los pueblos separados por medio del evento de la cruz, que es perdón y gracia.

La paz ya no es más ausencia de guerra y de conflicto, sino, desde una perspectiva positiva, la paz es un conflicto dinámico que requiere ser desaprendido de su vieja visón y re-aprendido desde una visión nueva. La paz, en términos positivos es justicia y armonía social. La paz es un fenómeno amplio y complejo que nos exige una comprensión multidimensional, que hace referencia a tres conceptos íntimos: el conflicto, el desarrollo y los derechos humanos.

Una aproximación a definir, de manera provisoria la paz positiva, nos permite decir que la paz auténtica es la que oponiéndose a la guerra, realiza también todos los esfuerzos por disipar toda discriminación, violencia y opresión que obstaculizan el desarrollo integral de las personas en su dimensión social.

1.    Tres discursos sobre la paz

Ante tanto miedo y soberbia humana, que nubla nuestra inteligencia y capacidad de discernimiento, la palabra paz no sólo se ha vuelto plurivalente y equívoca, sino que despierta sentimientos y emociones que no logran ver con claridad el horizonte y se frustran.

Veamos, en un breve repaso, alguna de las tipologías o tendencias de los discursos sobre la paz, que sin excluirse uno de otro, se entremezclan a veces en un mismo emisor.

A.   Existe un tipo de discurso sobre la paz que tabuiza la violencia. Este tipo de discurso está bien representado en la justificación de los militarismos institucionalizados y agrupados bajo la doctrina de seguridad nacional en el Estado de Derecho. El tema de la paz se parcializa circunscrito a la esfera del Derecho Internacional y de los intereses de la exterioridad del orden público. Luego del S-11 de Nueva York se defiende la inflexibilidad de la globalización por la guerra antiterrorista. Esta lucha, la impone Buch II y el Departamento de Estado y se interpreta como un exorcismo debido a que en todas partes  ve la cara del diablo (the devil´s face). Desde el punto de vista jurídico-político se trata de la transformación del Estado de Derecho, que se encuentra en continuidad con la doctrina de seguridad nacional. De acuerdo a ciertas teorías como las de Arendt estamos frente a estados totalitarios que no necesitan censuras de prensa debido a que los principales aliados de estas estrategias antiterroristas son los burócratas privados quienes detentan el poder de los medios de comunicación. La doctrina de seguridad nacional se está incorporando lentamente en el Estado el Derecho y es eco del S-11 N.Y. como su pretexto. Su método tradicional son las torturas y las desapariciones. Un dato novedoso es el sistema empleado por las tropas norteamericanas que operaron en la guerra de Irak, que realizaron torturas por un outcoursing estableciendo un subcontrato o tercerización con los aliados para tal fin. (Hinkelammert, 2007). Situaciones como estas son a las que el Papa Pablo VI llamó “insidias de una táctica de pacifismo”. (Mensaje del día de la paz, 1968).

B.   Un segundo tipo de discurso es el romántico o de ataraxia (ausencia de turbación) que se abstrae de la realidad y sus conflictos sociales y asume el tema de la paz como intimista y pacifista, buscando como privatizar la paz y  evadir el conflicto. Aunque este sea un tema más práctico que teórico, no ha dejado de tener un amplio sector de adeptos, sobre todo en el ámbito religioso como producto de una mala interpretación de la actitud aparentemente pacifista de Jesús.

C.   Un tercer tipo de discurso sobre la paz es el de la superación de la fuerza, el que no contrapone la paz a la fuerza, sino a la guerra y a la violencia negativa. Es la fuerza del Ahimsa (No-violencia activa) y del Satyagraha (fuerza de la verdad) de Gandhi y Martin Luther King, que de acuerdo al primero, la consideró la fuerza más grande que existe a disposición del género humano. La unión del Ahimsa; una actitud de renunciar a matar y a dañar a los seres humanos por medio el pensamientos, la palabra y la acción y del Satyagraha, técnica de lucha política que consiste en negar la obediencia a determinadas leyes consideradas injustas, se convierten, según Gandhi, en una de las armas más poderosas y sofisticadas del ingenio humano para conseguir la libertad y la igualdad entre los seres humanos. Es tipo de discurso, basado en la superación de la  fuerza, es el que ha tenido mayores y mejores resultados en la historia de la paz como problema humano.

Sobre la historia de la conquista de la paz, quiero mencionar brevemente tres etapas fundamentales y para esto me basaré en el teólogo católico chileno Juan Noemí (1993).

v  La etapa de cristiandad en que predomina un discurso religioso que llega hasta el siglo XV. El discurso de esta época está condicionado por el eirene griego negativo y el shalom semita positivo. Para los griegos la guerra es una necesidad impuesta por los dioses, donde la paz (eirene) es correlativo a guerra (Polemós) y la paz sería la interrupción que hacen los dioses de la situación de guerra. En la mitología griega, la Batalla de los Titanes o la Guerra Titánica (Titanomaquia) es una serie de batallas libradas entre las dos razas de deidades: los Titanes luchando desde el monte Otris, y los Olímpicos que llegarían a reinar en el monte Olimpo. La Teogonía atribuida a Hesíodo es un relato fabuloso que da cuenta del origen de los dioses, su naturaleza, sus pasiones, sus poderes, y el papel que juegan en la jerarquía de divinidades, entre los que se distinguen dioses eternos y dioses engendrados. (Gómez, 2007). Por otro lado, el sentido positivo de la paz nos viene de la tradición semita, donde la palabra Shalom tiene su raíz en la existencia del mismo Yavé (Jc. 6,24; Yavé es paz) que define la esperanza de Israel como fin y destino en un reino de paz (Is. 11,6) y donde la paz es un principio que barca todo el universo (Os. 2,20). Desde la perspectiva cristiana la dimensión religiosa de la paz es tal en tanto su predicación se corresponde con  la confesión cristológica: “Cristo es nuestra paz” (Ef. 2,14).
v  La etapa de la una visión y consideración política de la paz, que abarca desde el siglo XVI hasta comienzo del siglo XX. La paz es considerada como un imperativo que debe regir las relaciones internaciones y se desarrolla paralelamente al surgimiento del espíritu positivo moderno que soñó con una “paz eterna entre los hombres”.
v  La etapa de los Estudios para la Paz (peace research). Desarrollada en pleno siglo XX, a partir del peligro que representa la bomba atómica y la responsabilidad ética del desarrollo científico. Un conglomerado de científicos interdisciplinarios (matemáticos, físicos, químicos, sicólogos, politólogos y sociólogos) son convocados en torno al tema de la paz. Esta etapa, cierra con los aportes extraordinarios de J. Galtung (1993), en la segunda mitad del  siglo XX, para quien la paz es ausencia de violencia de todo tipo; “la lucha por la paz es la lucha pacífica por reducir la violencia; los estudio sobre la paz son la exploración científica de las condiciones pacíficas para reducir la violencia. Los estudio sobre la paz constituyen una ciencia social aplicada, clara y explícitamente orientada por valores”. Se trata entonces de ampliar los aporte de investigación sobre la paz para dar un giro de una cultura de la violencia a una cultura de la paz; o como lo llama Knight (2003), de una cultura de reacción a una cultura de prevención antes que ocurran los conflictos.
Al respecto de lo anterior dos conclusiones:
a)    La paz exige la superación de los niveles de desigualdad y exclusión social y de una integración activa en los procesos de desarrollo y de satisfacción de las necesidades básicas. Esto hace que se rompa el triangulo de la violencia, directa, sistémica y cultural señalado por Galtung, y para quién “la paz es un estado al interior de un sistema o grupo más grande de hombres o de naciones, en las cuales no se da ninguna amenaza o aplicación organizada y colectiva de violencia” (Noemí, 1993)
b)    Los resultados sobre los estudios para la paz al que han llegado los estudios interdisciplinarios no pueden quedarse en mera información y reflexión a la que tenemos que adherirnos sino que ello demanda de toda la comunidad científica, en todos sus niveles, un real compromiso por la superación de la violencia como respuesta del conflicto.


  1. La cotidianidad educativa y la ternurización pedagógica
Un primera pregunta que me provoca esta reflexión es ¿Por qué una asignatura de Cultura de Paz en la UPOLI? ¿Cómo articular lo axiológico como tranversalidad de lo educativo en el currículo formativo de la UPOLI? ¿Cómo desaprender lo aprendido por los saberes tradicionales bajo el predominio del conocimiento positivista (objetivación de la realidad) y el saber especializado versus la “ignorancia” (el saber no especializado?.
En la necesidad de atender y entender, de manera pedagógica estas preguntas, es preciso primero preguntarse por lo educativo. ¿Qué es educar?, esta pregunta viene pertinente cuando hoy la educación se ha desdibujado bajo un modelo de capitalismo académico en el que el neoliberalismo proclama la educación como un producto del libre mercado y rechaza la educación pública por creer que ella impide la libertad educativa y su función ha sido monopólica y dependiente de los recursos fiscales, negando la libre participación de otros agentes eficaces para promover la oferta en del mercado del servicio educativo (Ornelas, 2009).
Quiero citar un texto de José Jairo Escobar (2005), educador colombiano, sobre uno de los signos de la Educación bajo la visión neoliberal.
“El currículo por competencias es una vuelta a las propuestas curriculares de la tecnología educativa, todo se programa de antemano, ya no son objetivos en infinitivo, sino, es redactado en lo que debe ser capaz el estudiante de hacer. Aun los valores se pueden volver competencias, a estas se le han llamado competencias ciudadanas. De esta forma, se han priorizado unas competencias que tienen relación con la lengua castellana, con las matemáticas, las ciencias y para la enseñanza de los valores unas competencias ciudadanas, esto sería lo fundamental, lo demás, serían añadiduras, sobrantes por si hay más tiempo en el trabajo escolar”.
Prosigue Escobar:
Para la formación de educadores también se proponen currículos por competencias, o se traducen los objetivos y los perfiles diseñados antes en forma de los verbos para que se conviertan en competencias.
De lo anterior podemos discurrir que es imperativa la búsqueda y definición de nuevos caminos,  en medio del desdibujamiento y de la encrucijada histórica del modelo educativo predominante en nuestras comunidades educativas. Valga decir que mientras se abren nuevos horizontes, necesitamos construir nuevos caminos educativos que se apropien de la cotidianidad educativa y que resignifiquen los saberes. Esto tiene que ver con la recuperación del sujeto histórico, como factor humano en el centro de la educación como un derecho social. La cotidianidad educativa tiene que ver con trascender el aula de clases y el círculo de aprendizaje vicioso entre el que “sabe” y el que “ignora”, entre el maestro y el alumno, entre un emisor que informa y un receptor que memoriza lo que recibe. El aprendizaje de lo cotidiano tiene que ver con el día a día en la formación de lo humano: tiene que ver con lo concreto, con lo más conocido y lo próximo. Lo cotidiano educativo tiene que ver con el aprendizaje subversivo, es decir, con el tejido de las artimañas de la sobrevivencia, la resistencia y la esperanza. (Torres, 2001). Esta acción educativa opta por resituar la educación como desafío de la lucha permanente por el sentido de la vida, pues educamos para la vida, para ser mejores humanos ante la plena conciencia que el ser humano es un ser inacabado, inconcluso. Pablo Freire (1996) lo dice así:
“es en la incompletud del ser, que se sabe como tal, en que se fundamente la educación como proceso permanente. Mujeres y hombres se hacen educables en la medida en que se reconocen inconclusos. No es la educación lo que hace a las mujeres y a los hombres educables, es la conciencia de su inconclusión lo que genera su educabilidad”.
En cierta ocasión, al iniciar mi clase de cultura de paz con un grupo de la carrera de Banca y Finanzas, pregunté a los estudiantes por sus expectativas al concluir su carrera, entre otras cosas que ellos expresaron, me llamó la atención una estudiante que dijo: “quiero terminar mis estudios para casarme y tener mis hijos”. Esto, que pareciera ser una falta de proyecto de vida en lo profesional, responde a una composición de nuestro imaginario cultura. En nuestras culturas hispanoindígenas, la cotidianidad educativa tiene que ver con dos cuestiones fundamentales de sobrevivencia: la crianza y la conversación (somos una cultura de la oralidad). La familia y la sociedad son las responsables de educar, no es la escuela la que educa, eso hace la diferencia entre educar e instruir. Sobre esto cito u texto de Saramago (2010):
“ …la escuela no puede educar, no tiene los medios, no sabe, no nació para eso; sustituir lo que sería la responsabilidad y la competencia de la familia y también, de alguna forma, de la sociedad, no tiene que recaer sobre la escuela y los profesores, porque esa no es su misión…A la escuela, sea la primaria o secundaria o la universidad, llega lo que la sociedad está produciendo, y si vivimos un proceso de deseducación sistemático y profundísimo, donde los valores se trastocan y uno a veces cree habitar en la selva, el producto humano – ahora se diría el producto- con conocimiento científico recibido en la universidad, científicos literatos, de alta calidad, puede estar totalmente deseducado…Hablamos de un caso extremo, porque lo normal es que ni la preparación científica o literaria sea tan buenA, ni la deseducación tan extrema, pero la caricatura ayuda entender el retrato”.
Una educación basada en lo cotidiano no tiene la pretensión de desentrañar los misterios o secretos de la naturaleza para poder controlarlos y transformarlos, sino que busca armonizarlo con sus ciclos de vida en la oralidad colectiva. La oralidad es un instrumento posibilitador del fluir de la vida que se da a través del proceso de crianza mutua (socialización). La crianza es el constante empeño para que brote al vida, siempre la misma pero renovada… el acto de criar es el acto de crear. (Rodríguez, 1997).
La capacidad de incidencia en la cotidianidad educativa dependerá mucho del tipo de acción educativa que emprendamos. El proceso de ternurización social que deseamos construir debe apuntar hacia una práctica educativa que tenga vinculación con nuestras opciones y motivaciones últimas y para eso debemos considerar tres elementos fundamentales:
  1. Acción educativa. De acuerdo a Paulo Freire (1975) esta tiene que ver con un proceso humanizador, cuya auténtica pedagogía es la “pedagogía utópica” que atraviesa por el compromiso profético que denuncia la deshumanización y el anuncio esperanzador de su transformación en nombre de la liberación humana.
  2. Utopía: no se trata de cualquier utopía, sino de un horizonte de futuro que realiza la tarea de orientar la construcción de opciones, esto implica la exigencia de construir sobre un horizonte abierto, que se desplaza hacia una constante problematización de la historia, provocando ruptura con el orden existente. La utopía, en su verdadera dimensión, significa que la historia deja de ser un orden previsible para transformase en un horizonte de posibilidades insólitas (Zelman, 1989).
  3. Subjetividad. Se está desarrollando en A.L. una nueva pedagogía crítica frente al sujeto individual que la modernidad introdujo como ideal iluminista de la razón humana y autónomo. Este modelo cognitivo instrumental se impuso en nuestro proyecto educativo y sigue dominando hasta el día de hoy en la escuela y en la Universidad. Frente a la fragmentariedad del mundo global y a la disipación de las fronteras culturales un elemento de la desconstrucción de la subjetividad moderna es su atomización (Mejías, 1996). Al respecto señala el autor:
“emergen múltiples subjetividades en una misma individualidad, en nuestra individuación combinan distintas subjetividades según nuestro lugar social y la manera como circula el poder en aquellos espacios en los cuales definimos nuestras relaciones sociales…Nuestra subjetividad estás diseminada, constituyéndose sobre múltiples circulaciones y disociaciones sociales colectivas, es decir, se acabó la ilusión de la mirada sólo desde la clase, ya que hoy somos todas, pero no somos ninguna de estas subjetividades de manera exclusiva”.
El desafío pedagógico y educativo entonces está en trabajar en un modelo capaz de construir sujetos heterogéneos y en nuevas formas de representación de tal manera que emerjan nuevas formas de organización que accedan de manera colectiva desde lo intercultural y lo diverso.
Finalmente, sobre este punto, quiero citar un texto muy interesante y sugestivo, del escritor colombiano Luis Carlos Restrepo (1994) contenido en su libro: El derecho a la ternura:

“Más que una atribución de género, la ternura es un paradigma de convivencia que debe ser ganado en el terreno de lo amoroso, lo productivo y lo político, arrebatado palmo a palmo, territorios en que dominan desde hace siglo los valores de la vindicta, el sometimiento y la conquista…ternura como valor a la vez íntimo y público, que entiende la democracia como una caricia social y el conflicto como posibilidad de confrontar amorosamente al diferente. Ternura como acto político, capaz de cubrir con una inmunidad ética y cultural a los niños y a los jóvenes para separarlos del crudo aprendizaje de la guerra”.
Estas expresiones cargadas de un nuevo sentido y de una mirada agapeica, contraponen la lógica de una pedagogía terrorista y guerrerista basada en miedo social y en una estructura bélica. Una pedagogía de la ternura nos exige una conversión epistemológica, constituida por una inversión de la mirada y de las subjetividades sociales heterogéneas, singulares y relacionales muy propias de una pedagogía incluyente, tejedora de nuevas redes y potencializadora de la diversidad cultural. En la pedagogía de la ternura se encuentran el sujeto y la subjetividad como transversalidad axiológica.

3.    Una Educación sobre y para la Paz: apuntes para el aula de clases

Lo primero que debemos constatar es que en nuestro medio educativo existe una cierta ambigüedad en la noción de Cultura de paz, principalmente por la relación entre educación y paz, que aunque pereciera muy pertinente, no estamos acostumbrados a esta relación de una educación científica y un eje valórico.

Quiero señalar que la educación para la paz (EpP) es un eje transversal del currículo formativo y significa el respeto a los derechos humanos y el derecho de los pueblos a la justicia, la tolerancia y la democracia. En esto calzan muy bien las palabras del premio Nobel de la paz Willy Brandt, cuando dijo que la EpP es: “un proceso en el cual la violencia disminuye y la justicia aumenta'' (…) La paz no es todo, pero sin la paz todo lo demás no es nada''.

La UPOLI tiene el privilegio de contar con esta asignatura, que no existe en todas la universidades y que contiene temas como conflicto y violencia, militarización y desarme que no son abordados dentro de las universidades.

La reflexión sobre la paz dentro de las aulas es una tarea preventiva y concientizadora sobre el tema de los conflictos y la violencia. En Alemania Theodor W. Adorno, filósofo de la escuela de Francfort, señaló de manera tajante que “lo que es necesario solicitar a la educación en primer lugar, es que Auschwitz no se repita jamás''. Nosotros, aquí en Nicaragua, decimos que guerras como la de los años 80 no se repitan nunca más.
Con el objeto de proporcionar algunos elementos para el aprendizaje de la asignatura en el aula de clases y a fin de establecer claridad de que la educación para la paz (EpP) no es cualquier asignatura y no se puede enseñar sin los conocimientos mínimos sobre teoría de conflicto y el dominio básico en la gestión del mismo (proceso de mediación y arbitraje), quiero subrayar los siguientes aspectos:

1.    La educación para la paz (EpP) es la promoción de nuevos contenidos basados en valores, actitudes, normas y concepciones éticas sobre el mundo.
2.    La educación para la paz (EpP) es una asignatura transversal en el currículo lo que significa la propuesta de volver a reivindicar la función moral y social de la Universidad y viene a resolver la cuestión entre enseñar conocimientos y educar para la vida.
3.    La Educación para la paz (EpP) tiene como finalidad contribuir a desarrollar en las personas aquellas capacidades que son necesaria y fundamentales para que el ciudadano se desenvuelva con plenos derechos y deberes en la sociedad.
4.    La educación para la paz (EpP) busca crear las bases de una nueva cultura cuya práctica se deriva de aprender a pensar y a actuar de otra manera.
5.    La educación para la paz (EpP) tiene un enfoque educativo holístico lo que significa una conciencia cósmica y ecológica que supera el viejo paradigma de la fragmentación de la ciencia y del conocimiento, permitiendo que las personas comprendan que su responsabilidad recae en todos los elementos del entramado social y que la educación no se reduce al aula de clase y al único conocimiento científico, sino que es un aprendizaje integrador que dura toda la vida.
6.    La educación para la paz (EpP) debe ser teoría y práctica en derechos humanos, como propuesta y respuesta de la sociedad civil, ante la historia de violaciones que ha vivido nuestro país. Para Nicaragua, el eje esencial de esta preocupación se centra en saber cómo puede, y debe, contribuir la educación para la paz para garantizar la defensa y respeto de los derechos humanos, así como para consolidar la democracia.


Finalmente, es importante señalar que dentro de las características importantes de la educación para la cultura de paz es que ella aporta a un nuevo orden internacional bajo el concepto de paz positiva y dentro de esta concepción es preciso destacar tres principios de reconstrucción social:

1.    Principio de dignidad: esto tiene que ver con los Derechos Humanos y Democracia.
2.    Principio de solidaridad: tiene que ver con el desarrollo sostenido y el respeto al medio ambiente.
3.    Principio de seguridad: hace referencia al desarme de los Estados.


Bibliografía

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