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sábado, 24 de mayo de 2014
viernes, 16 de mayo de 2014
Los discursos sobre la paz
Ponencia:
Los discursos sobre la Paz: aportes para una pedagogía de la ternura.
Msc. Guillermo Gómez
Santibáñez
Docente de Cultura de
Paz
Director del
CIELAC/UPOLI
17 de noviembre de
2011
Universidad
Politécnica de Nicaragua
Palabras claves: Paz, Educación, Cultura de
Paz, Conflicto, Pedagogía, Ternura
RESUMEN
Son muy diversos los
discursos que a diario oímos sobre la paz. La paz, como palabra y concepto no
es un término neutro, ella surge de situaciones concretas de temor y angustia
cuando vemos amenazada nuestra estabilidad y la convivencia humana. La paz ya
no es entendida como ausencia de guerra o de violencia, ella adquiere un
sentido más holístico, cuyo significado ha evolucionando hacia un carácter
integrador, de estado de bienestar y seguridad que involucra el respeto a los
Derechos Humanos, la protección al medio ambiente y la satisfacción de la
necesidades básicas en materia de alimentación, vivienda y salud. ¿Cuál es el
discurso sobre la paz que predomina en la pedagogía del aula? ¿Cuál es la
práctica educativa a seguir para transformar los discurso sobre la violencia y
construir una pedagogía de la ternurización social?
0.
Introducción
La paz es una palabra
que no deja de estar presente en todos los discursos, ella se deja sentir de
una u otro manera cuando se trata de buscar el entendimiento humano. La paz es
una palabra que se reinventa constantemente, que atraviesa todas las fronteras
culturales y que es transversal a los valores humanos.
Hay una tradición del
pensamiento occidental que nos enseñó que pensar en la paz era pensar en la
guerra y en la violencia. Hubo un periodo en que los estudios para la paz
estaban unidos a los estudios sobre la guerra, al menos así se halla en los
estudios clásicos de Karl von Clausewitz, que define la guerra como “un acto de
violencia que intenta forzar a nuestros oponentes a que cumplan nuestra
voluntad”. Luego llega a decir que la “guerra es la continuación de la política
por otros medios”. Otros estudios como los de Quincy Wright, han llegado a afirmar
que la guerra ha sido una aventura necesaria y un instrumento útil y un
procedimiento legítimo de nuestra existencia.
La guerra no ha sido
más que una vulgar expresión de los Estados soberanos y del conflicto de sus
grupos político. Nunca ha sido una expresión de la verdadera voluntad popular.
La historia de la
palabra paz nos puede dar algunos
indicios de su carga de sentido en la
cosmología social de nuestras civilizaciones. Veamos brevemente esto:
Los griegos usaban la
palabra eirene para referirse a la
paz dentro de un grupo cuando vive en armonía y justicia entre sus miembros. Lo
contrario a esto es la discordia, la ruptura de la armonía que provoca la
guerra (stásis).
En la tradición
romana está la idea de pax que tiene tres
características: primero como ausencia de
guerra (absentia belli), referida
a la violencia organizada entre Estados o países, con lenguas, religión e
ideología propias. Esto se define como paz externa. Luego las disputas entre
clases, razas, grupos territoriales, que desafían el gobierno central, definida
como la paz interna o social. Segundo, la paz romana encierra la idea de pacto:
pacta servanda sunt; los tratados
internacionales deben cumplirse. En el derecho romano el pacto produce
concordia garantizada por la ley. Tercero: sivis
pacem para bellum, “si quieres la paz prepara la guerra. La paz es
reforzada ante cualquier agresor a partir del discurso de la guerra.
En la tradición
hebrea la palabra para paz es shalom y hace referencia a un pacto entre Yavé y
su pueblo para producir justicia y prosperidad. En la tradición cristiana la
teología del pueblo elegido se universaliza e integra el concepto de eón nuevo
bajo un nuevo orden (Basilea) o Reino
de Dios y bajo una nueva ética. San Pablo, el apóstol misionero a los gentiles
utilizará el término Reconciliación (katallagé)
para referirse al acto de unir a los pueblos separados por medio del evento de
la cruz, que es perdón y gracia.
La paz ya no es más
ausencia de guerra y de conflicto, sino, desde una perspectiva positiva, la paz
es un conflicto dinámico que requiere ser desaprendido de su vieja visón y
re-aprendido desde una visión nueva. La paz, en términos positivos es justicia
y armonía social. La paz es un fenómeno amplio y complejo que nos exige una
comprensión multidimensional, que hace referencia a tres conceptos íntimos: el
conflicto, el desarrollo y los derechos humanos.
Una aproximación a
definir, de manera provisoria la paz positiva, nos permite decir que la paz
auténtica es la que oponiéndose a la guerra, realiza también todos los esfuerzos
por disipar toda discriminación, violencia y opresión que obstaculizan el desarrollo
integral de las personas en su dimensión social.
1.
Tres
discursos sobre la paz
Ante tanto miedo y
soberbia humana, que nubla nuestra inteligencia y capacidad de discernimiento,
la palabra paz no sólo se ha vuelto plurivalente y equívoca, sino que despierta
sentimientos y emociones que no logran ver con claridad el horizonte y se
frustran.
Veamos, en un breve
repaso, alguna de las tipologías o tendencias de los discursos sobre la paz,
que sin excluirse uno de otro, se entremezclan a veces en un mismo emisor.
A. Existe un tipo de
discurso sobre la paz que tabuiza la
violencia. Este tipo de discurso está bien representado en la justificación de
los militarismos institucionalizados y agrupados bajo la doctrina de seguridad
nacional en el Estado de Derecho. El tema de la paz se parcializa circunscrito
a la esfera del Derecho Internacional y de los intereses de la exterioridad del
orden público. Luego del S-11 de Nueva York se defiende la inflexibilidad de la
globalización por la guerra antiterrorista. Esta lucha, la impone Buch II y el
Departamento de Estado y se interpreta como un exorcismo debido a que en todas
partes ve la cara del diablo (the devil´s face). Desde el punto de
vista jurídico-político se trata de la transformación del Estado de Derecho,
que se encuentra en continuidad con la doctrina de seguridad nacional. De
acuerdo a ciertas teorías como las de Arendt estamos frente a estados totalitarios
que no necesitan censuras de prensa debido a que los principales aliados de
estas estrategias antiterroristas son los burócratas privados quienes detentan
el poder de los medios de comunicación. La doctrina de seguridad nacional se
está incorporando lentamente en el Estado el Derecho y es eco del S-11 N.Y.
como su pretexto. Su método tradicional son las torturas y las desapariciones.
Un dato novedoso es el sistema empleado por las tropas norteamericanas que
operaron en la guerra de Irak, que realizaron torturas por un outcoursing estableciendo un subcontrato
o tercerización con los aliados para tal fin. (Hinkelammert, 2007). Situaciones
como estas son a las que el Papa Pablo VI llamó “insidias de una táctica de pacifismo”.
(Mensaje del día de la paz, 1968).
B. Un segundo tipo de
discurso es el romántico o de ataraxia (ausencia de turbación) que se
abstrae de la realidad y sus conflictos sociales y asume el tema de la paz como
intimista y pacifista, buscando como privatizar la paz y evadir el conflicto. Aunque este sea un tema
más práctico que teórico, no ha dejado de tener un amplio sector de adeptos,
sobre todo en el ámbito religioso como producto de una mala interpretación de la
actitud aparentemente pacifista de Jesús.
C. Un tercer tipo de
discurso sobre la paz es el de la superación
de la fuerza, el que no contrapone la paz a la fuerza, sino a la guerra y a
la violencia negativa. Es la fuerza del Ahimsa (No-violencia activa) y del Satyagraha
(fuerza de la verdad) de Gandhi y Martin Luther King, que de acuerdo al primero,
la consideró la fuerza más grande que existe a disposición del género humano.
La unión del Ahimsa; una actitud de renunciar a matar y a dañar a los seres
humanos por medio el pensamientos, la palabra y la acción y del Satyagraha, técnica
de lucha política que consiste en negar la obediencia a determinadas leyes
consideradas injustas, se convierten, según Gandhi, en una de las armas más
poderosas y sofisticadas del ingenio humano para conseguir la libertad y la
igualdad entre los seres humanos. Es tipo de discurso, basado en la superación
de la fuerza, es el que ha tenido
mayores y mejores resultados en la historia de la paz como problema humano.
Sobre la historia de
la conquista de la paz, quiero mencionar brevemente tres etapas fundamentales y
para esto me basaré en el teólogo católico chileno Juan Noemí (1993).
v La
etapa de cristiandad en que predomina
un discurso religioso que llega hasta
el siglo XV. El discurso de esta época está condicionado por el eirene griego negativo y el shalom
semita positivo. Para los griegos la guerra es una necesidad impuesta por los
dioses, donde la paz (eirene) es correlativo a guerra (Polemós) y la paz sería
la interrupción que hacen los dioses de la situación de guerra. En la mitología
griega, la Batalla
de los Titanes o la Guerra Titánica (Titanomaquia) es una serie de batallas
libradas entre las dos razas de deidades: los Titanes luchando desde el monte
Otris, y los Olímpicos que llegarían a reinar en el monte Olimpo. La Teogonía atribuida a
Hesíodo es un relato fabuloso que da cuenta del origen de los dioses, su
naturaleza, sus pasiones, sus poderes, y el papel que juegan en la jerarquía de
divinidades, entre los que se distinguen dioses eternos y dioses engendrados.
(Gómez, 2007). Por otro lado, el sentido positivo de la paz nos viene de la
tradición semita, donde la palabra Shalom tiene su raíz en la existencia del
mismo Yavé (Jc. 6,24; Yavé es paz) que define la esperanza de Israel como fin y
destino en un reino de paz (Is. 11,6) y donde la paz es un principio que barca
todo el universo (Os. 2,20). Desde la perspectiva cristiana la dimensión
religiosa de la paz es tal en tanto su predicación se corresponde con la confesión cristológica: “Cristo es nuestra
paz” (Ef. 2,14).
v La
etapa de la una visión y consideración política
de la paz, que abarca desde el siglo XVI hasta comienzo del siglo XX. La paz es
considerada como un imperativo que debe regir las relaciones internaciones y se
desarrolla paralelamente al surgimiento del espíritu positivo moderno que soñó
con una “paz eterna entre los hombres”.
v La
etapa de los Estudios para la Paz (peace research). Desarrollada en pleno
siglo XX, a partir del peligro que representa la bomba atómica y la
responsabilidad ética del desarrollo científico. Un conglomerado de científicos
interdisciplinarios (matemáticos, físicos, químicos, sicólogos, politólogos y
sociólogos) son convocados en torno al tema de la paz. Esta etapa, cierra con
los aportes extraordinarios de J. Galtung (1993), en la segunda mitad del siglo XX, para quien la paz es ausencia de violencia
de todo tipo; “la lucha por la paz es la lucha pacífica por reducir la
violencia; los estudio sobre la paz son la exploración científica de las
condiciones pacíficas para reducir la violencia. Los estudio sobre la paz
constituyen una ciencia social aplicada, clara y explícitamente orientada por
valores”. Se trata entonces de ampliar los aporte de investigación sobre la paz
para dar un giro de una cultura de la violencia a una cultura de la paz; o como
lo llama Knight (2003), de una cultura de reacción a una cultura de prevención
antes que ocurran los conflictos.
Al
respecto de lo anterior dos conclusiones:
a)
La paz exige la superación de los niveles de
desigualdad y exclusión social y de una integración activa en los procesos de
desarrollo y de satisfacción de las necesidades básicas. Esto hace que se rompa
el triangulo de la violencia, directa, sistémica y cultural señalado por
Galtung, y para quién “la paz es un estado al interior de un sistema o grupo
más grande de hombres o de naciones, en las cuales no se da ninguna amenaza o
aplicación organizada y colectiva de violencia” (Noemí, 1993)
b)
Los resultados sobre los estudios para la paz
al que han llegado los estudios interdisciplinarios no pueden quedarse en mera
información y reflexión a la que tenemos que adherirnos sino que ello demanda
de toda la comunidad científica, en todos sus niveles, un real compromiso por
la superación de la violencia como respuesta del conflicto.
- La cotidianidad educativa y la ternurización pedagógica
Un
primera pregunta que me provoca esta reflexión es ¿Por qué una asignatura de
Cultura de Paz en la UPOLI? ¿Cómo articular lo axiológico como tranversalidad
de lo educativo en el currículo formativo de la UPOLI? ¿Cómo desaprender lo
aprendido por los saberes tradicionales bajo el predominio del conocimiento positivista
(objetivación de la realidad) y el saber especializado versus la “ignorancia”
(el saber no especializado?.
En
la necesidad de atender y entender, de manera pedagógica estas preguntas, es
preciso primero preguntarse por lo educativo. ¿Qué es educar?, esta pregunta
viene pertinente cuando hoy la educación se ha desdibujado bajo un modelo de capitalismo
académico en el que el neoliberalismo proclama la educación como un producto del
libre mercado y rechaza la educación pública por creer que ella impide la
libertad educativa y su función ha sido monopólica y dependiente de los recursos
fiscales, negando la libre participación de otros agentes eficaces para
promover la oferta en del mercado del servicio educativo (Ornelas, 2009).
Quiero
citar un texto de José Jairo Escobar (2005), educador colombiano, sobre uno de
los signos de la Educación bajo la visión neoliberal.
“El currículo por competencias es una vuelta a las
propuestas curriculares de la tecnología educativa, todo se programa de
antemano, ya no son objetivos en infinitivo, sino, es redactado en lo que debe
ser capaz el estudiante de hacer. Aun los valores se pueden volver
competencias, a estas se le han llamado competencias ciudadanas. De esta forma,
se han priorizado unas competencias que tienen relación con la lengua
castellana, con las matemáticas, las ciencias y para la enseñanza de los
valores unas competencias ciudadanas, esto sería lo fundamental, lo demás,
serían añadiduras, sobrantes por si hay más tiempo en el trabajo escolar”.
Prosigue Escobar:
Para la formación de educadores también se proponen
currículos por competencias, o se traducen los objetivos y los perfiles
diseñados antes en forma de los verbos para que se conviertan en competencias.
De lo anterior podemos discurrir que es imperativa la
búsqueda y definición de nuevos caminos, en medio del desdibujamiento y de la
encrucijada histórica del modelo educativo predominante en nuestras comunidades
educativas. Valga decir que mientras se abren nuevos horizontes, necesitamos construir
nuevos caminos educativos que se apropien de la cotidianidad educativa y que
resignifiquen los saberes. Esto tiene que ver con la recuperación del sujeto
histórico, como factor humano en el centro de la educación como un derecho
social. La cotidianidad educativa tiene que ver con trascender el aula de
clases y el círculo de aprendizaje vicioso entre el que “sabe” y el que “ignora”,
entre el maestro y el alumno, entre un emisor que informa y un receptor que
memoriza lo que recibe. El aprendizaje de lo cotidiano tiene que ver con el día
a día en la formación de lo humano: tiene que ver con lo concreto, con lo más
conocido y lo próximo. Lo cotidiano educativo tiene que ver con el aprendizaje
subversivo, es decir, con el tejido de las artimañas de la sobrevivencia, la
resistencia y la esperanza. (Torres, 2001). Esta acción educativa opta por
resituar la educación como desafío de la lucha permanente por el sentido de la
vida, pues educamos para la vida, para ser mejores humanos ante la plena
conciencia que el ser humano es un ser inacabado, inconcluso. Pablo Freire
(1996) lo dice así:
“es en la incompletud del ser, que se sabe como tal, en
que se fundamente la educación como proceso permanente. Mujeres y hombres se
hacen educables en la medida en que se reconocen inconclusos. No es la
educación lo que hace a las mujeres y a los hombres educables, es la conciencia
de su inconclusión lo que genera su educabilidad”.
En cierta ocasión, al iniciar mi clase de cultura de paz
con un grupo de la carrera de Banca y Finanzas, pregunté a los estudiantes por
sus expectativas al concluir su carrera, entre otras cosas que ellos
expresaron, me llamó la atención una estudiante que dijo: “quiero terminar mis
estudios para casarme y tener mis hijos”. Esto, que pareciera ser una falta de
proyecto de vida en lo profesional, responde a una composición de nuestro imaginario
cultura. En nuestras culturas hispanoindígenas, la cotidianidad educativa tiene
que ver con dos cuestiones fundamentales de sobrevivencia: la crianza y la
conversación (somos una cultura de la oralidad). La familia y la sociedad son
las responsables de educar, no es la escuela la que educa, eso hace la
diferencia entre educar e instruir. Sobre esto cito u texto de Saramago (2010):
“ …la escuela no puede educar, no tiene los medios, no
sabe, no nació para eso; sustituir lo que sería la responsabilidad y la
competencia de la familia y también, de alguna forma, de la sociedad, no tiene
que recaer sobre la escuela y los profesores, porque esa no es su misión…A la
escuela, sea la primaria o secundaria o la universidad, llega lo que la
sociedad está produciendo, y si vivimos un proceso de deseducación sistemático y profundísimo, donde los valores se
trastocan y uno a veces cree habitar en la selva, el producto humano – ahora se
diría el producto- con conocimiento científico recibido en la universidad, científicos
literatos, de alta calidad, puede estar totalmente deseducado…Hablamos de un caso extremo, porque lo normal es que ni
la preparación científica o literaria sea tan buenA, ni la deseducación tan extrema, pero la caricatura ayuda entender el
retrato”.
Una educación basada en lo cotidiano no tiene la
pretensión de desentrañar los misterios o secretos de la naturaleza para poder
controlarlos y transformarlos, sino que busca armonizarlo con sus ciclos de
vida en la oralidad colectiva. La oralidad es un instrumento posibilitador del
fluir de la vida que se da a través del proceso de crianza mutua (socialización).
La crianza es el constante empeño para que brote al vida, siempre la misma pero
renovada… el acto de criar es el acto de crear. (Rodríguez, 1997).
La capacidad de incidencia en la cotidianidad educativa
dependerá mucho del tipo de acción educativa que emprendamos. El proceso de ternurización social que deseamos
construir debe apuntar hacia una práctica educativa que tenga vinculación con
nuestras opciones y motivaciones últimas y para eso debemos considerar tres elementos
fundamentales:
- Acción educativa. De acuerdo a Paulo Freire (1975) esta tiene que ver con un proceso humanizador, cuya auténtica pedagogía es la “pedagogía utópica” que atraviesa por el compromiso profético que denuncia la deshumanización y el anuncio esperanzador de su transformación en nombre de la liberación humana.
- Utopía: no se trata de cualquier utopía, sino de un horizonte de futuro que realiza la tarea de orientar la construcción de opciones, esto implica la exigencia de construir sobre un horizonte abierto, que se desplaza hacia una constante problematización de la historia, provocando ruptura con el orden existente. La utopía, en su verdadera dimensión, significa que la historia deja de ser un orden previsible para transformase en un horizonte de posibilidades insólitas (Zelman, 1989).
- Subjetividad. Se está desarrollando en A.L. una nueva pedagogía crítica frente al sujeto individual que la modernidad introdujo como ideal iluminista de la razón humana y autónomo. Este modelo cognitivo instrumental se impuso en nuestro proyecto educativo y sigue dominando hasta el día de hoy en la escuela y en la Universidad. Frente a la fragmentariedad del mundo global y a la disipación de las fronteras culturales un elemento de la desconstrucción de la subjetividad moderna es su atomización (Mejías, 1996). Al respecto señala el autor:
“emergen múltiples subjetividades en una
misma individualidad, en nuestra individuación combinan distintas subjetividades
según nuestro lugar social y la manera como circula el poder en aquellos espacios
en los cuales definimos nuestras relaciones sociales…Nuestra subjetividad estás
diseminada, constituyéndose sobre múltiples circulaciones y disociaciones sociales
colectivas, es decir, se acabó la ilusión de la mirada sólo desde la clase, ya
que hoy somos todas, pero no somos ninguna de estas subjetividades de manera
exclusiva”.
El desafío pedagógico y educativo entonces está
en trabajar en un modelo capaz de construir sujetos heterogéneos y en nuevas formas
de representación de tal manera que emerjan nuevas formas de organización que
accedan de manera colectiva desde lo intercultural y lo diverso.
Finalmente, sobre este punto, quiero citar un
texto muy interesante y sugestivo, del escritor colombiano Luis Carlos Restrepo
(1994) contenido en su libro: El derecho
a la ternura:
“Más que una atribución de género, la ternura
es un paradigma de convivencia que debe ser ganado en el terreno de lo amoroso,
lo productivo y lo político, arrebatado palmo a palmo, territorios en que
dominan desde hace siglo los valores de la vindicta, el sometimiento y la
conquista…ternura como valor a la vez íntimo y público, que entiende la
democracia como una caricia social y el conflicto como posibilidad de
confrontar amorosamente al diferente. Ternura como acto político, capaz de
cubrir con una inmunidad ética y cultural a los niños y a los jóvenes para
separarlos del crudo aprendizaje de la guerra”.
Estas expresiones cargadas de un nuevo
sentido y de una mirada agapeica, contraponen la lógica de una pedagogía
terrorista y guerrerista basada en miedo social y en una estructura bélica. Una
pedagogía de la ternura nos exige una conversión epistemológica, constituida
por una inversión de la mirada y de las subjetividades sociales heterogéneas,
singulares y relacionales muy propias de una pedagogía incluyente, tejedora de
nuevas redes y potencializadora de la diversidad cultural. En la pedagogía de
la ternura se encuentran el sujeto y la subjetividad como transversalidad
axiológica.
3.
Una
Educación sobre y para la Paz: apuntes para el aula de clases
Lo primero que
debemos constatar es que en nuestro medio educativo existe una cierta
ambigüedad en la noción de Cultura de paz, principalmente por la relación entre
educación y paz, que aunque pereciera muy pertinente, no estamos acostumbrados
a esta relación de una educación científica y un eje valórico.
Quiero señalar que la
educación para la paz (EpP) es un eje transversal del currículo formativo y significa el respeto a los
derechos humanos y el derecho de los pueblos a la justicia, la tolerancia y la
democracia. En esto calzan muy bien las palabras del premio Nobel de la paz Willy
Brandt, cuando dijo que la EpP es: “un proceso en el cual la violencia
disminuye y la justicia aumenta'' (…) La paz no es todo, pero sin la paz todo
lo demás no es nada''.
La UPOLI tiene el privilegio de
contar con esta asignatura, que no existe en todas la universidades y que
contiene temas como conflicto y violencia, militarización y desarme que no son
abordados dentro de las universidades.
La reflexión sobre la paz dentro
de las aulas es una tarea preventiva y concientizadora sobre el tema de los
conflictos y la violencia. En Alemania Theodor W. Adorno, filósofo de la
escuela de Francfort, señaló de manera tajante que “lo que es necesario
solicitar a la educación en primer lugar, es que Auschwitz no se repita jamás''.
Nosotros, aquí en Nicaragua, decimos que guerras como la de los años 80 no se
repitan nunca más.
Con el objeto de proporcionar algunos
elementos para el aprendizaje de la asignatura en el aula de clases y a fin de
establecer claridad de que la educación para la paz (EpP) no es cualquier
asignatura y no se puede enseñar sin los conocimientos mínimos sobre teoría de
conflicto y el dominio básico en la gestión del mismo (proceso de mediación y
arbitraje), quiero subrayar los siguientes aspectos:
1.
La
educación para la paz (EpP) es la promoción de nuevos contenidos basados en
valores, actitudes, normas y concepciones éticas sobre el mundo.
2.
La
educación para la paz (EpP) es una asignatura transversal en el currículo lo
que significa la propuesta de volver a reivindicar la función moral y social de
la Universidad y viene a resolver la cuestión entre enseñar conocimientos y
educar para la vida.
3.
La
Educación para la paz (EpP) tiene como finalidad contribuir a desarrollar en
las personas aquellas capacidades que son necesaria y fundamentales para que el
ciudadano se desenvuelva con plenos derechos y deberes en la sociedad.
4.
La
educación para la paz (EpP) busca crear las bases de una nueva cultura cuya
práctica se deriva de aprender a pensar y a actuar de otra manera.
5.
La
educación para la paz (EpP) tiene un enfoque educativo holístico lo que
significa una conciencia cósmica y ecológica que supera el viejo paradigma de
la fragmentación de la ciencia y del conocimiento, permitiendo que las personas
comprendan que su responsabilidad recae en todos los elementos del entramado
social y que la educación no se reduce al aula de clase y al único conocimiento
científico, sino que es un aprendizaje integrador que dura toda la vida.
6.
La educación
para la paz (EpP) debe ser teoría y práctica en derechos humanos, como
propuesta y respuesta de la sociedad civil, ante la historia de violaciones que
ha vivido nuestro país. Para Nicaragua, el eje esencial de esta preocupación se
centra en saber cómo puede, y debe, contribuir la educación para la paz para
garantizar la defensa y respeto de los derechos humanos, así como para
consolidar la democracia.
Finalmente, es
importante señalar que dentro de las características importantes de la educación
para la cultura de paz es que ella aporta a un nuevo orden internacional bajo
el concepto de paz positiva y dentro de esta concepción es preciso destacar
tres principios de reconstrucción social:
1.
Principio
de dignidad: esto tiene que ver con los Derechos Humanos y Democracia.
2.
Principio
de solidaridad: tiene que ver con el desarrollo sostenido y el respeto al medio
ambiente.
3.
Principio
de seguridad: hace referencia al desarme de los Estados.
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