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viernes, 31 de octubre de 2008

¡Ay! nicaragüita y chilito lindo


ENTRE GALLO PINTO Y EMPANADAS

GUILLERMO GOMEZ SANTIBAÑEZ
DIRECTOR DEL CIELAC


Por más de un siglo las relaciones bilaterales entre Nicaragua y Chile han sido ejemplares. Ya lo decían insignes poetas chilenos como Pablo Neruda y Gabriela Mistral; si quieren conocer a Nicaragua lean a Darío, un digno representante de la cultura nicaragüense y embajador por excelencia. En tanto arribó al puerto de Valparaíso en Chile, en 1886, fue recibido con especial cariño y una extraordinaria hospitalidad por parte de la intelectualidad chilena. El propio Darío lo expresa así:

“Nunca podré olvidar que allí pasé algunas de las más dulces horas de mi vida,y también de las arduas, pues en Chile aprendí a macizar mi carácter y a vivir mi inteligencia”

El viaje de Rubén Darío a Chile ocurrió en un momento en que el país cruzaba por un periodo de esplendor y verdadero florecimiento cultural. ¡Ve a Chile! Chile es la gloria…”, le comentó el escritor salvadoreño Juan J.Cañas, motivando de inmediato su partida. En sus días en Chile, la pluma de Darío fue fecunda y entre el viento del sur, las luces del puerto, la fascinación que le provocó Santiago y la nostalgia de su Nicaragua nacerán importantes escritos como la novela “Emelina”; la primera obra de Darío en Chile y que escribiera junto con Eduardo Porier en tan sólo diez días, “Abrojos” “El Fardo” “El Canto Épico a las Glorias de Chile” poema que narra el combate Naval de Iquique, “Las rosas andinas: rimas y contra-rimas” y la más importante de todas: “Azul”, hito que la crítica instituiría como fecha de inicio del modernismo en Chile.


Nicaragua y Chile son dos países que contrastan por su clima y su geografía, y los distancia unas ocho horas de vuelo con escala en Panamá. La diferencia geográfica y cultural son propias de la diversidad de un continente como el de América, sin embargo, hay cosas que acercan y hermanan a estos dos países y es su gente, caracterizadas por su expresiva solidaridad, un gran espíritu de lucha y trabajo, sobretodo cuando esto implica sobreponerse a la adversidad. Otro elemento de similitud es que comparten procesos políticos y sociales con aguerridas luchas contra dictaduras infernales y revoluciones reivindicadoras de los legítimos derechos democráticos de grandes masas del pueblo que históricamente se han visto excluidas. La revolución chilena, iniciada en 1970 bajo el gobierno del presidente Salvador Allende y la coalición de partidos bajo la Unidad Popular, fue una “revolución en democracia”, conquistada con el voto popular y no igualada en América Latina, y aunque Allende obtuvo un porcentaje de votos inferior al requerido, y contaba sólo con un tercio de la votación del país (primera mayoría relativa de un 36,3%,), el Congreso, de acuerdo con la Constitución vigente, debió confirmarlo, eligiéndolo de entre las dos primeras mayorías relativas (Allende y Alessandri), como presidente de la República, con 153 votos a favor.

A fin de salvaguardar la paz social y desarrollar su programa de gobierno, Salvador Allende debió firmar con la Democracia Cristiana un Pacto de Garantías Constitucionales, en un ambiente beligerante y de gran inquietud, especialmente por la postura irreconciliable de los sectores en pugna: la Unidad Popular, por la izquierda, el Partido Nacional por la derecha y la Democracia Cristiana por el centro, más un sector de extrema izquierda, el MIR, que se venía caracterizando por acciones armadas netamente desestabilizadoras. El Pacto fue concebido como un resguardo de la sociedad chilena ante un gobernante de tendencia marxista, elegido en las urnas.

La minoría electoral (36,3%) que llevó a Allende al poder, sin embargo, sería revertida exponencialmente a medida que el programa político y social de la Unidad Popular fue demostrando, en los hechos, resultados concretos de justicia social y reducción de las grandes desigualdades entre ricos y pobres. Este proceso utópico que despertó grandes esperanzas en los más pobres y abría enormes posibilidades de mejores condiciones de vida para ellos, fue abortado violentamente por una derecha burguesa, que instrumentalizando a las Fuerzas Armadas, conspiró para asestar un Golpe de Estado acabando así con la vida constitucional del pueblo de Chile. Fue un acto sangriento, jamás conocido antes, en la historia democrática de los chilenos. Nicaragua no ha sido menos, ha forjado su propio camino, con una revolución inconclusa que costó sangre y lágrimas y que en nombre de la paz y el consenso social se optó por la desmovilización y la redemocratización del país en las elecciones de 1990. El FSLN, bajo nuevas condiciones políticas y sociales, luego de perder las elecciones en 1990, debió reinventarse frente a los ingentes desafíos y buscar las estrategias que le permitieran mantener su vigencia, su proyecto histórico, pero sobre todo la simpatía y lealtad de las grandes mayorías ahora en democracia. Al ganar el FSLN las elecciones presidenciales en Noviembre del 2006 y volver al poder, se retoma el proyecto revolucionario en sus aspectos fundamentales, es decir, reducir la brecha entre ricos y pobres, acceso a la educación libre y gratis para todos, derecho a la salud, a una vivienda digna, reactivación y priorización de la producción agrícola, acceso al crédito de pequeños comerciantes, mejoramiento de la infraestructura del país y promoción de la cultura en todas sus expresiones. Nicaragua, con las mismas posibilidades y oportunidades que ha tenido Chile, de acceder a una economía neoliberal, coqueta y seductora por todo el continente, y bajo el embrujo de (mal) Tratados Comerciales como el TLC, no ha crecido económicamente lo suficiente, ni ha resuelto sus grandes problemas sociales en los últimos dieciocho años, ¿Por qué? Esta pregunta da para un análisis más extenso, que no es esta la ocasión para hacerlo, pero sí nos hace reflexionar acerca de la incapacidad política y el vacío ideológico y programático de una derecha oligárquica, que siempre ha utilizado al pueblo empobrecido y el poder, para satisfacer los intereses de la burguesía.

Nicaragua celebró el 15 de septiembre, el día de la independencia (1821) y Chile el 18 de septiembre (1810). Los nicaragüenses celebran con gallo pinto, los chilenos con empanadas, sin embargo, ambos pueblos han conquistado en su lucha histórica, no sólo sus derechos políticos,(Nicaragua insurreccionada, y Chile con elecciones libres), sino también sus derechos sociales,(Nicaragua con amplios programas de desarrollo social y mejoramiento de la calidad de vida de los más pobres, y Chile mejores niveles de vida y desarrollo social).

viernes, 3 de octubre de 2008

Pobreza y religión


RELIGIOSIDAD Y POBREZA EN NICARAGUA

Guillermo Gómez Santibáñez
Director del CIELAC-UPOLI



La pobreza de Nicaragua ¿tiene alguna relación con su intensa devoción religiosa? Dentro de la escala de países con menos desarrollo, la CEPAL sitúa a Nicaragua en el lugar 180. Su nivel de pobreza es comparable con los países de Africa. En otro aspecto; los datos que arroja el Instituto Nacional de Información de Desarrollo (INIDE) sobre el censo de 1995, indica que la población católica de Nicaragua pasó del 72,9 por ciento de la población total en 1995, a 58 por ciento en 2005, y los evangélicos experimentaron un crecimiento sustantivo al pasar del 15,1 por ciento de la población total en 1995, al 22 por ciento en 2005. Estos datos, aunque señalan cifras porcentuales significativas en la diferencia de credos, no constituyen grandes cambios en términos de un crecimiento exponencial del cristianismo en Nicaragua, pues tanto el catolicismo como el protestantismo, con su diversidad denominacional, proceden del tronco común de la gran tradición cristiana. En su mayoría, los evangélicos provienen de un catolicismo nominal y cultural y no de una militancia voluntaria y conciente, de igual modo, un buen número de evangélicos nominales, retornan al seno de la Iglesia Católica sin que de este transito de ida y vuelta se tengan estudios serios sobre por qué retorna y sus reales causas. Si en nuestro país la población que profesa la religión cristiana; tanto en su vertiente católica como evangélica, constituye el 80 por ciento ¿Qué relación existe entre religión y pobreza? ¿Es la pobreza de Nicaragua una consecuencia directa de su intensa religiosidad? ¿Es sostenible los que dicen que Nicaragua vive de religión y de poesía y por eso vivimos en la miseria material? La teología del “nuevo orden mundial” o de la prosperidad, que muchos vociferan en púlpitos, radio y televisión y la recetan en la literatura cristiana “light” ¿legitima las bondades del mercado para salir de la postración económica o exalta al fetiche del mercado para sumirnos más en ella ofreciendo el sacrifico de la vida al ídolo con pie de barro?

Nicaragua, como muchos países de América Latina, atraviesa por una nueva geografía de lo sagrado y una mutación religiosa que nos exige nuevos análisis, otras respuestas y sobre todo una mirada de los fenómenos religiosos con mayor tolerancia. La religión no desaparece de un pueblo, sino que se transforma. Es parte de la cultura y se expresa en su universo simbólico con nuevos sentidos y significados. A pesar del impacto de los procesos modernizadores, nuestra sociedad nicaragüense conserva una devoción religiosa extraordinariamente arraigada. Somos parte de un continente considerado una región eminentemente católica y donde según los cálculos estimativos para el siglo XXI, en América Latina y el Caribe residirá la mayor población católica del mundo. Esto tiene su base en un hecho histórico y sociológico, la Iglesia Católica, una institución eclesial hegemónica y de larga data en el ámbito religioso, se impuso como religión oficial, primero en la conquista y luego en la colonia interviniendo en el proceso civilizatorio y vinculándose estrechamente con los sistemas sociopolíticos e ideológicos en la mayoría de los países. El advenimiento de la modernidad, con su racionalidad instrumental y los procesos secularizadores, han traído una sensación de desacralización de la vida, pero no han extinguido la fe religiosa, más bien se constata una re-vinculación religiosa y el surgimiento de nuevas formas y contenidos religiosos, marcando un nuevo trazado a partir de la flexibilización y disolución de fronteras confesionales, modificando de este modo el mapa religioso en nuestro continente. Los estudios en el campo de la sociología religiosa, teología de las religiones y la fenomenología de la religión nos arrojan nuevos datos sobre los fenómenos religiosos de nuestros países, constatando el surgimiento de una nueva configuración, una nueva geografía de lo sagrado. En esta nueva configuración los viejos reductos religiosos tradicionales no se escapan ni son inmunes a los invasores de antiguas ideas y creencias, que presentan sus credenciales como nuevos movimientos religiosos, y esto por el hecho de haber sido arrancados del lugar donde nacieron y se desarrollaron. Distantes de su cuna de origen las nuevas ideas religiosas y creencias se caracterizan por una gran movilidad y desplazamiento, tal es así que hoy un nicaragüense podría convertirse al Islam, al Budismo o Hinduismo vía Internet.

Esta migración de ideas y creencias, alejadas de su contexto sociocultural para interactuar con religiones tradicionales e institucionalizadas, posibilitan la mutación religiosa profundizando de este modo cambios y creando una especie de corredor religioso de transversalidad, esto significa que una idea religiosa puede hacerse presente en varias iglesias o movimientos, atravesándolas, lo que implica que estamos frente a un fenómeno que busca ideas en otras fuentes para hacerlas propia. Al margen de las diferencias dogmáticas, este fenómeno es muy característico del pos-modernidad. El aspecto fragmentario y disolvente de la pos-modernidad, no sólo afecta la cultura, la economía y la política en la sociedad, sino también el componente religioso. Los conceptos de transconfesionalidad, ecumenismo o diálogo interreligioso no sirven como sinónimo para explicar los efectos mutativos de la religión en la sociedad globalizada. Sin pretensión de crear un neologismo para describir el fenómeno del cambio religioso que se visualiza en nuestros tiempos, la noción de transversalidad nos puede servir provisoriamente para poder captar la fragilidad creciente de las fronteras religiosas donde circulan libremente, como en el mercado, las ofertas y demandas de salvación. Sin entrar en la complejidad y complicación del mundo de las religiones, bástenos señalar que estamos frente a un fenómeno que traspasa las iglesias y religiones a pesar de las diferentes identidades. En la década de los 60 y 70 ser carismático era distintivo de una determinada denominación, tal era el caso del fenómeno pentecostal, hoy ya no tiene un contenido específico, pues se ha convertido en una manera de ser en las distintas iglesias, esto no excluye a las llamadas comunidades carismáticas al interior del catolicismo. De igual modo sucede con el fundamentalismo, este no es sólo específico del Islam, existe un fundamentalismo católico y evangélico en perspectiva transversal.

El concepto religión se ha empezado a desligar de las religiones institucionalizadas, visibilizando la relación y correspondencia con la ciencia, la política, la música, el deporte, la economía y la sexualidad (ejemplo de esto es la canción popular que hizo famoso a Enrique Iglesia. “Una experiencia religiosa”). Esto se deja ver en elementos rituales que imitan gramática y comportamientos cultuales, títulos, publicidad y ornamentos en actos políticos, conciertos musicales y la afición deportiva. Por ejemplo, existen gigantes anuncios publicitarios de una compañía telefónica en las calles de Managua, con una muchacha que está de espaladas mirando al cielo con los brazos abiertos y una frase que dice “voz nos inspiras”. Esta imagen deja un mensaje subliminal que cruza lo secular con lo sagrado con una intención de marketing orientada al consumo. ¿Quién inspira?, ¿Dios?, ¿la muchacha? ¿O el producto que se ofrece? Otro ejemplo de religión secularizada son los grupos de oración y vigilia que hoy rodean las rotondas de Managua y que bajo la consigna: “el amor es más fuerte que el odio” (Frase de Juan Pablo II cuando hizo su peregrinaje por América Latina) revela que el factor religioso legitima el poder y apela e interpela la conciencia social frente a la violencia política. Este fenómeno religioso secularizado es un indicador que la modernidad estaría produciendo sus propias formas religiosas.

En el escenario nicaragüense evidentemente que el panorama religioso ya no es el mismo que hace treinta años. El mapa de lo sagrado y de lo religioso tiene una nueva configuración; las identidades religiosas se han mutado pareciendo hoy irrelevantes en cuanto fenómeno sociológico. Mientras por un lado las identidades religiosas carecen de líneas fronterizas, por otro lado la religión carece de espacio funcional en su contexto cultural. Por esta razón es que hoy se habla de des-institucionalización de los dogmas, de reacciones fundamentalistas, de difusos misticismos, de religiosidad secular. Estamos presenciando una especie de relineamiento de un paradigma institucional que deja libre los símbolos religiosos. Son nuevas formas de espiritualidad, menos ritualizadas y burocratizadas, donde predomina lo personal y comunitario

El fenómeno de los nuevos movimientos religiosos en la sociedad nicaragüense no deja de tener su importancia y relevancia porque nos indican que la presencia de diversos grupos o movimientos desprendidos de otras tradiciones religiosas, no eliminan la religión, sino que se mutan, transforman sus manifestaciones. Nicaragua no se escapa a estas manifestaciones, aún cuando subyace en su cultura una arraigada expresión de piedad popular de sello católico. El proceso de globalización ha permitido un fenómeno de transnacionalización de religiones e iglesias como a su vez de transversalidad religiosa: esto significa que la presencia de nuevos movimientos religiosos, nuevos templos, nuevas oferta, son parte del paisaje urbano y abundan en canales de televisión y estaciones de radio llegando hasta los lugares más apartados del mundo. La privatización de la religión ha llevado a líderes religiosos y a empresas misioneras a adquirir canales de televisión privados, emisoras de radio y prensa escrita para difundir sus mensajes. Este acceso a los medios masivos de comunicación ha hecho posible que muchos de estos nuevos movimientos religiosos se consoliden económicamente ejerciendo influencia política mediante el voto de su clientela religiosa. El creciente mercado religioso, se expresa y evidencia en la oferta y demanda de testimonios de milagros, sanaciones y riquezas, bajo una actitud e ideología conocida como “teología de la prosperidad”, la que tiene entre sus características principales el establecimiento de una relación causa-efecto entre la aceptación de una fe y el disfrute de la abundancia económica, acompañada de una pastoral gerencial. Lo religioso ha pasado a la esfera del mercado de masas y su lógica consumista. Esto no sólo se da en el ámbito de las iglesia de la teología de la prosperidad, sino de empresas privadas no institucionalmente religiosas con un mercado de lo místico-esotérico y en la que se promueve todo un conjunto de objetos y servicios como profecías, horóscopos e influencias astrales, extraterrestres, culturas antiguas, Nueva Era etc., son los nuevos materiales heteróclitos con los que se construyen nuevas respuestas religiosas alternativas a las creencias tradicionales de la población.

cielac@upoli.edu.ni