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lunes, 8 de marzo de 2010

Cultura de paz

Un Ejército para la Paz

Tomás Téllez Ruiz (*)

El primer discurso del nuevo Jefe del Ejército de Nicaragua, Gral. Julio César Avilés, es muy revelador para la ciudadanía nicaragüense en el sentido de que nuestro Ejército Nacional se consolida como un ejército moderno, al servicio de los intereses del pueblo nicaragüense y no al servicio de una élite, sea ésta política, social o militar.

Como es sabido, sangrientas y feroces dictaduras militares predominaron en América Latina durante la década de los 50 hasta los 90, llenando de zozobra y terror a sus propios pueblos con persecuciones, torturas, asesinatos y todo tipo de irrespeto a los derechos humanos. Y la principal base de sustentación y ejercicio de dichas terroríficas dictaduras, fueron los ejércitos nacionales, animados por la así llamada Doctrina de la Seguridad Nacional. Ésta fue ideada, fomentada y ejercitada por los gobiernos de Estados Unidos, bajo manuales y enseñanzas por expertos estadounidenses y en centros de entrenamiento militar tales como la Escuela de las Américas, ubicada en la (en esas décadas) zona del Canal de Panamá. Afortunadamente esa tenebrosa época ha pasado y ahora, en mayor o menor grado, ha habido un notable avance de los principios de gobierno democrático en una gran mayoría de países occidentales, tanto en Europa como en América Latina.

El rol fundamental para la entronización de dictaduras o para que el ejercicio del derecho sea la fuerza motriz de la democracia, es el llevado a cabo por las fuerzas armadas, o ejércitos de cada país, por el simple hecho de que a ellos el pueblo les ha confiado el delicado rol de tener el control y dominio de las armas. Y las armas constituyen el gran poder que permite decidir, controlar e imponer: imponer el terror, el despotismo y el irrespeto, o imponer la fuerza del derecho y el respeto a las libertades y derechos de las mayorías de un pueblo.

Con la vigencia de la Carta de los Derechos Humanos, de los preceptos del Derecho de la Guerra y del Derecho Humanitario Internacional, la existencia de cortes internacionales de justicia, tratados internacionales de comercio, derecho y justicia universal, el rol de los ejércitos también se ha modernizado, en el sentido cabal y correcto de que los mismos son y están para garantizar la plenitud de la vigencia de los principios democráticos. Si en el pasado sirvieron para fomentar dictaduras feroces en contra de sus propios pueblos, ahora deben entender y ejercer su rol para defender la seguridad de esos conglomerados a los cuales se deben.

Es por ello que el reciente golpe de estado en Honduras a fines de 2009, perpetrado por militares de ese país, el cual depuso a un presidente democráticamente elegido, ha sido reprobado y rechazado por la gran mayoría de países del mundo. Ningún ejército debe ya atribuirse ese rol abusivo de decidir, siendo una ínfima minoría poblacional, lo que debe ser el destino de un país, tan sólo por el hecho de que están a cargo de las armas. La situación en Honduras se perfiló como un rescoldo de ese abuso de poder que campeó en las décadas mencionadas. Sin embargo, el rechazo generalizado de prácticamente todos los países del mundo, reveló que es una práctica degradada y en decadencia. Confiamos que esa golondrina no hará verano, ante la modernidad de ejércitos respetuosos de la voluntad de las grandes mayorías, que garantizan una democracia y ejercicio de derechos humanos a nivel local e internacional.

La disciplina militar hoy en día es entendida siempre dentro de los límites de la Constitución de la República y de los valores básicos que en ella se sustentan, muy destacadamente, el respeto de los derechos humanos. El moderno espíritu militar de cuerpo parte de la consideración de que el ejército es una corporación formada por individuos moralmente selectos, con un alto nivel ético y un recto concepto del honor inseparablemente unido al respeto a los derechos humanos, con un alto nivel de exigencia en materia de moral y honor militar, basado en que toda violación de los derechos humanos constituye una violación del honor que no puede ser tolerada por la institución.

Esta vinculación entre derechos humanos y honor militar es tan estrecha en los ejércitos democráticos que, de hecho, en tales ejércitos, toda violación de los derechos humanos se considera como un grave quebrantamiento del honor militar.

Tal entendimiento y proceder es lo que propiciará una correcta relación del ejército con su propia sociedad, superando así los naturales temores y recelos de la población civil, heredados de los abusos y violaciones de derechos humanos cometidos por los ejércitos en esas funestas décadas de fines del siglo XX.

Se decía de los gobiernos y ejércitos que eran grandemente temidos por sus propios pueblos; ahora debe decirse que los gobiernos y ejércitos son quienes deben temer a sus pueblos, en la medida en que no cumplan con la sagrada misión encomendada de empuñar las armas para garantizar la plena vigencia de los derechos de los pueblos.

Del discurso del Gral. Avilés podemos colegir que el actual Ejército Nacional de Nicaragua, es un ejército de este talante moderno y democrático, lo cual, por supuesto, es motivo de alegría y satisfacción para nosotros como ciudadanos. Queremos animarle altamente a que así continúe; así estaremos hablando de un ejército, no para la guerra, sino para la paz.

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(*) Experto en cultura de paz, de la Universidad Politécnica de Nicaragua UPOLI