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martes, 25 de noviembre de 2008

La Ronda de Doha


Crisis Alimentaria y la Ronda de Doha

José Luis Romero Molina

Investigador CIELAC


Dos de las más gigantescas empresas minoristas de alimentos de Estados Unidos anunciaron este año que la venta de arroz a sus clientes sería limitada. El efecto de tal anuncio para el norteamericano promedio ha causado diversas reacciones, pero ninguna positiva ya que la amenaza de una recesión ahora les acompaña en la mesa.

En una escala más global el escenario tampoco tiene visos de ser diferente: estimaciones del Banco Mundial (expertos en predecir pobreza) indican que unos 100 millones de personas están bajo amenaza real de ingresar o reingresar al club de los hambrientos, esto no sólo obedece a la acelerada tendencia al incremento en los precios de los alimentos, la que parece no se diluirá en un corto ciclo; sino a cuatro factores claves con los que el mundo entero tendrá que lidiar en las próximas décadas: la creciente demanda de proteínas cárnicas y cereales por parte de las economías emergentes (principalmente China e India), la geofagia generada por la producción de biocombustibles, el aumento en los costos de los insumos agropecuarios y el calentamiento global.

Dentro de este complejo entramado, los países menos desarrollados tienen pocas posibilidades de encontrar soluciones dada su estructura socioeconómica, diseñada para permanecer en el grupo de países pobres (o empobrecidos). Aún bajo estas condiciones algunos países pobres, entre ellos Nicaragua, tienen algunas posibilidades de reducir el impacto de las crisis mencionadas; el potencial para implementar cambios en la matriz productiva nacional que priorice la producción de alimentos es totalmente plausible dada la relativa amplia disponibilidad de los recursos imprescindibles para generar dicho cambio: suelos productivos, agua y capital humano.

El tema de la producción de alimentos ha sido tratado en distintos foros mundiales, ya sea bajo un enfoque asistencialista frente a crisis temporales y devastadoras generadas por desastres naturales u otras calamidades, o como tema comercial en donde los países industrializados imponen sus condiciones que van desde barreras proteccionistas hasta sistemas de tarifas leoninos, pasando por los inmorales subsidios a sus productores; mientras el Consenso de Washington y sus ejecutores financieros mundiales satanizan una política de subsidios en los países pobres, los países ricos subsidian a sus agricultores hasta por la astronómica e inmoral suma de 1 billón de dólares por día[1].

El foro global más cercano y representativo en donde se tratará el tema alimentario es la denominada Ronda de Doha, que dio inicio en Doha, Qatar en 2001 bajo el auspicio de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Su propósito de reducir las barreras comerciales a escala mundial y facilitar el libre comercio entre países de distinto nivel económico contabiliza varios intentos, la mayoría de ellos fallidos: Cancún, 2003; Ginebra 2004; París 2005; Hong Kong 2005; Ginebra 2006 y Potsdam 2007.

El último intento fracasó en Ginebra en Julio recién pasado, cuando la aproximación a un acuerdo colapsó debido a diferencias entre India y Estados Unidos sobre los subsidios agrícolas. A pesar de este antecedente la Comisaria de Comercio de la Comisión Europea, Catherine Ashton, dijo que se estaban registrando avances en la OMC y que esperaba que los ministros se reúnan a inicios de Diciembre para intentar revivir la Ronda de Doha.

La Ronda está dividida en dos bandos: el ultra poderoso G-8, liderado por la Unión Europea (UE), Estados Unidos y Japón; y el G-20, liderado por India, Brasil, China y Sudáfrica, que se ufana de representar a los países menos desarrollados, los que por cierto carecen de una representación efectiva en dichas conversaciones.

El tema agrícola se ha convertido en el tema más controversial e importante en esta última etapa. La Ronda próxima tendrá como uno de sus puntos focales el tema alimentario bajo el concepto tradicional de ayuda alimentaria, la cual si bien es cierto en las actuales circunstancias, es necesaria, es más de lo mismo: un paliativo de corto plazo para un problema estructural.

A finales de Abril del presente año el presidente Bush solicitó al Congreso de su país 770 millones de dólares para ayudar a aliviar la crisis del aumento de precios de alimentos básicos que amenaza con revertir los modestos éxitos en la lucha contra la pobreza en varias regiones del mundo, el equívoco de esta ayuda es que su aprobación podría hacerse efectiva hasta el próximo año, lo que la convertiría en un tardío y vano esfuerzo.

A lo anterior se añaden una serie de condicionantes en el procedimiento de asignación del fondo de ayuda en mención que la convierte en casi una perversidad: los alimentos deben ser comprados y empacados en Estados Unidos además de que su transportación sea en embarcaciones norteamericanas, esto implica que cerca de la mitad de la ayuda sea empleada para gastos de distribución y transportación y no para alimentar a los hambrientos de los países pobres.

En el caso particular del arroz que ha incrementado su precio internacional en casi un 195% en el último año, muestra las inconsistencias del modelo comercial; Estados Unidos objeta que Japón libere una importante reserva de ese cereal, el que está bajo acuerdo con Estados Unidos y otros socios comerciales con la supervisión de la Organización Mundial de Comercio (OMC), su liberación generaría una inmediata y sustantiva reducción de precios.

El modelo agrícola comercial debe ser reformado a fin de que se convierta en un gestor positivo de la producción agrícola a nivel mundial y principalmente en los países menos desarrollados: la eliminación de subsidios distorsionantes de biocombustibles ineficientes; eliminar las restricciones de exportación que provocan escasez y abrir un debate serio acerca de los Organismos Genéticamente Modificados (GMO, por sus siglas en inglés) que impide una diseminación efectiva de una mayor productividad agrícola.

La idea de impulsar una reforma en la producción agrícola en los países ricos no parece ser la solución de la crisis; los agricultores de los países pobres, en su mayoría, no son autosuficientes en la producción de alimentos.

Una matriz comparativa producción versus consumo ubica a los agricultores de los países pobres como compradores netos de alimentos debido a las condiciones en que producen: tecnologías rudimentarias, condiciones climáticas inestables, aislamiento por falta de vías de comunicación, limitadas oportunidades de créditos bancarios y un escaso o nulo acceso a los mercados internacionales conforman condiciones propicias para afirmar que la subida de precios en los productos agrícolas no tendrá un efecto positivo en la vida de los productores en los países pobres en el corto plazo.

Un impacto efectivo y sostenible en el largo plazo podría fundamentarse en el mejoramiento en la infraestructura de caminos y almacenamiento, el acceso a tecnologías y asistencia técnica y un acceso condicionado a créditos bancarios que garantice un manejo medioambiental sostenible; a la par de ello debe generarse un proceso que abra puertas al mercado de exportación sin la existencia de intermediarios privados o estatales que esquilmen las ganancias netas de los productores.

En el 2006 la producción de etanol en Estados Unidos utilizó el 20 por ciento de la producción de maíz, lo que apenas produjo menos del 5 por ciento del consumo doméstico de gasolina. Estudios recientes muestran que la producción de biocombustibles no sólo contribuye con la profundización de la hambruna mundial, sino peor aún, tiene perversos efectos medioambientales al reducir en apenas menos del 20 por ciento la generación de gases con efecto invernadero dado su elevada demanda del uso de fertilizantes y pesticidas a la par que contamina las fuentes de agua.

La triada compuesta por los temas Energía, Tratados Comerciales y Alimentos parece ser el común denominador de generación de problemas en los próximos años, y en los países pobres seguramente se presentarán con mayor agudeza.


[1] Oxfam International, Rigged Rules: Dumping, from the Make Trade Fair Campaign.