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martes, 14 de agosto de 2007

Roig y la construcción de un sujeto latinoamericano


La construcción de un sujeto latinoamericano
Arturo Andrés Roig, su aporte valórico-pedagógico
[1]


Sergio Romero González


Entre los 60 y 70 se levantó con fuerza en Latinoamérica la idea de un pensar filosófico identitario. Tal movimiento estaba en coincidencia con el alza de la actividad política revolucionaria que en todo el sur efervescía. Esta filosofía se declaraba no complaciente, crítica, compartiendo y acompañando el ascenso de las luchas populares. En gran medida asumía el carácter de una “filosofía de la liberación” que entre su programa reclamaba la construcción de una sola patria latinoamericana[2], considerándose en términos generales “herramienta constante en la búsqueda de definiciones de nuestras realidades nacionales y sociales ” y en términos específicos, una filosofía que “tiene como punto de partida la afirmación de un sujeto plural, concreto, histórico, que parte del auto y héteroreconocimiento de la dignidad humana como principio y que intenta conocerse así mismo en sus modos de objetivación y, por tanto, de autenticidad y de alienación” .

Treinta y tantos años después, los medios, con otro sesgo y en un contexto inimaginable para la pretérita época señalada, traen noticias contradictorias al respecto. La llamada globalización nos obliga a mirar movimientos de inmigrantes y borroneas de fronteras[3], las que disuelven su concretud para dar paso a metaespacios, redes que conviven con grandes y reales bolsones de atraso y miseria. Pero también bajo esta impresión, la de vivir una época radicalmente no homogénea, es que de una manera mas confusa, con una fe mas económica y menos utópica se remueve el fantasma de la integración. Alrededor de ese contexto es que pretendemos mostrar el aporte de la filosofía de Arturo Andrés Roig, en la cual vemos coimplicados la idea de construcción de una subjetividad propia con el compromiso por lograrlo: la continuidad crítica del proyecto moderno con la participación de una filosofía, que fuera de toda inocencia, opta por un compromiso que la trasciende en cuanto mero quehacer intelectual. En esta relación es que nosotros nos hemos planteado resaltar lo que llamamos implicancias valórico-pedagógicas en términos de una conceptualización que cree poseer aún un espacio legítimo y valedero.

Dignidad humana y repliegue

La filosofía de Roig guarda una fuerza eminentemente testimonial, encontrando sus referentes en algunos exponentes latinoamericanistas tales como Martí, Bolívar y otros. Héroes que desde el pasado nos hablan de un sueño futuro. Tal presencia, junto a la de miles de anónimos seres humanos del continente, han configurado con su vivir una “moral de la emergencia”, cuya idea reguladora y necesidad primera es la “dignidad humana”, fundada ésta en cuatro principios cuyos referentes se hayan en la filosofía y la literatura de occidente: “ 1. Principio de perseverancia en el ser o principio conativo (a-priori ontológico): Spinoza; 2. Principio de auto y heteroreconocimiento (a-priori antropológico): Hegel; 3. Principio de la naturaleza intrínseca del valor del ser humano (a-priori ético-axiológico): Kant-Marx; 4. Principio del "duro trabajo" de la subjetividad o de la emergencia de los oprimidos (a-priori ético-político): Antígona (Sofocles), Calibán (Shakespeare).”[4]. La “moral de la emergencia” constituye un fondo de referencia antropológica particular y colectiva ejemplar en tanto construcción de un tipo de sujeto. Es posible por lo tanto a partir de lo anterior, diseñar una idea de ser humano. Tal posibilidad ha estado presente en forma no sistemática pero siempre incluida en el transcurso de las luchas de liberación latinoamericanas. No obstante, frente a la derrota que estas luchas han sufrido a nivel continental, llevado además por el talante posmoderno relativo a la caída de los metarelatos, su fondo valórico se difumina, pasado a llevar por la promoción y la práctica de nuevas actitudes que tienden a impregnar el diario vivir: racionalidades utilitaristas, competitividad, búsqueda del éxito individual y otras. Una nueva lectura, de talante nihilista, junto a una nueva situación social y política: el neoliberalismo, desestabilizan las condiciones que permitían pensar y actuar desde los anteriores supuestos.

Estamos pues, frente a una situación de inflexión que desde la perspectiva del pensamiento nos preocupa. Una situación contraria respecto de lo que había sido tradicional en una circunstancia articulada por nexos colectivos de solidaridad. El frenético tener por sobre el ser, el lucrar a como de lugar, el consumir como actividad compulsiva, la diversión fácil, el entretenimiento espectacular y el talante superficial. En el plano político y social, la ausencia de interés por la vida democrática, la prescindencia de los ciudadanos, considerados solo en su rol de electores, más otras situaciones similares, indican una caída en la calidad y la dignidad de la vida cotidiano-ciudadana.

Es en las condiciones anteriormente señaladas que se nos hace necesario recoger referentes teórico- prácticos como el de la filosofía citada, para reimaginar o retomar posibilidades de un pensar y actuar alternativo. La filosofía de Roig, sedimentada en una tradición histórico popular por ahora en repliegue, parece significativa para constituir un aporte de carácter valórico pedagógico. Se trata de extraer desde sus páginas implicancias para contribuir al diseño práctico de la figura de un sujeto que no solo persevere en el ser y en su autovaloración, sino que además y esta -sería la nota verdaderamente humana- se constituya en el reconocerse a sí y a los otros.

Testimonios y construcción de la subjetividad

En la obra de Roig Ética del poder y moralidad de la protesta: La moral latinoamericana de la emergencia, su segunda parte lleva el nombre de “Testimonios”. Pondremos ahí nuestra mirada para extraer algunos lineamientos que nos conduzcan a lo que hemos llamado “implicancias valórico pedagógicas”.

Hiparquia, el desmontaje del estereotipo.

El contexto en el cual nos establecemos para lo anterior, es una realidad que presenta muchos rostros, principalmente el de la marginación y sujeción social y política. Roig interviene con motivo del día universal de la mujer[5] denunciando “las formas diversas de disminución de la persona femenina, de separación y por cierto de explotación”. Arturo Andrés Roig no sólo denuncia. Además plantea “la necesidad de desmontar estereotipos” confrontando “una literatura de siglos”.

Nuestro autor confronta la imagen de la marginación femenina con una figura de la antigüedad clásica: Hiparquia, quien por sobre los prejuicios sociales de la época, se integró a la escuela filosófica de los cínicos, vistiendo el sucio mantón que acostumbraban a usar en la secta, por encima de las convenciones y revirtiendo la situación que hacía inconcebible la participación femenina en escuela de ciencia alguna. Su tiempo – que debería haber entregado al telar – se convierte en voluntad rupturista en la medida que lo desplaza a un ámbito particularmente masculino. Según el relato de Diógenes Laercio, Vidas, opiniones y sentencias de varones ilustres, un filósofo -voz del discurso excluyente- reprueba a Hiparquia el no dedicarse a labores propias de mujer. La respuesta de Hiparquia denota una afirmación de sí misma y desemboca en contrapregunta[6] cuestionando el sentido prioritario del uso del tiempo dado por la sociedad de su época.

Lo dicho por Hiparquia - pequeño manifiesto contra la marginación privada hogareña - cumple aquí el objetivo de afirmar el poder de preferir como dignidad personal. La misma lógica del discurso dominador, se pone en evidencia en cuanto a su debilidad. Junto a esto, el tiempo, aquello que se nos va, se torna categorialmente ético, en esta opción“vale la pena perderlo”.

Hiparquia, contra lo “natural”, ha decidido otro camino. No es una cuestión fácil; más bien se trata de una provocación en contra del pensamiento dominante de su época. Así también la circunstancia de esta figura femenina alcanza carácter universal, pues siendo central en la intención de Roig, representa no solo los millones de mujeres que sufren marginación, sino también a los millones de hombres que se consumen en la pérdida alienada de sus propias vidas. Así la figura femenina de la solitaria Hiparquia trasciende a la humanidad.

“Ser el que se es” con, entre y por los demás.

Desde nuestro continente, nos habla el general José de San Martín. Roig resalta de él una máxima: “serás lo que hay que ser si no, eres nada”.

El dicho de San Martín, se asimila al “conócete a ti mismo” de Sócrates o al “deviene el que eres” de Píndaro. Sin embargo, sin alejarse de la tradición occidental ni negar su influencia, en lo dicho por el General San Martín hay un tinte propio de su época. También podemos recordar a Kant y su imperativo categórico. Sin embargo, ¿qué ve Roig en las palabras citadas? ¿Qué hay “detrás”?. Indica Roig: “Nada menos que la dignidad humana”. Pero no se trata acá de la afirmación individualista que sólo se considera a sí misma. Dignidad humana es la de todos.

El imperativo comentado junto con su aspecto moral según Roig, también señala un carácter cultural. Sobre esto afirma: “sabemos que la cultura en general, puede ser definida como un acto permanente y hasta necesario de nosotros mismos”. Para llegar a ser lo que hay que ser, la humanidad debe salir de si construyéndose por sí misma. Es en esta orientación que Roig plantea una preocupación principal para “nuestra filosofía”: “Ella ha de ocuparse, precisamente, de los modos de objetivación y desde allí adentrarse en lo que es o ha sido ese ser humano que quedó expresado en su obra. ¿De qué manera dio forma al conjunto de valores que pretendió poner en juego? Porque esa tarea de objetivación, cuando alcanza un grado elevado de conciencia social no es ajeno a un deber ser, que más allá de su dinamicidad y conflictividad se encuentra siempre presente.”. “Ser el que hay que ser” sobrepasa el simple carácter individual, indica un mundo común en el que reside el deber ser. La citada máxima, impulsando “nuestra conducta moral, como nuestra práctica en función de la cual somos obreros de la cultura” requiere idealmente que imperativo ético e imperativo de cultura marchen juntos.

Así tenemos que el imperativo citado, nos lleva, desde la objetivación, a lo subjetivo, en cuanto a que su cumplimiento requiere entrega a la obra de vida y para eso es necesaria “sobre todo, una vida de entrega”. El fundamento del imperativo sanmartiniano resulta pues de un “apreciarse como valioso” y su medida, el valor de “hacerse” o construirse concretamente como tal. Digamos para precisar que tal hecho, como podemos ver, inversamente no implica una individualidad centrada exclusivamente en sí misma. El principio Martiniano “ser el que se es” se concretiza “con” los demás,” entre” los demás y “por” los demás.

Mundo objetivo v/s subjetividad popular o eticidad v/s moralidad

Roig considera fundamental para nuestro mundo latinoamericano, los aspectos disruptivos de nuestra historia. Siguiendo esta línea queremos focalizarnos en su mención de Martí[7]. Apoyado en el “apóstol” caribeño rescata el concepto de “hombre natural”: el que irrumpe “en medio de una sociedad opresora”, con indignación y fuerza, y – como dice Martí metafóricamente - derribando la justicia de los libros. Roig cree ver que en este modelo humano se representa “la historia de las luchas de los pueblos latinoamericanos por su liberación”. Manifestación de la tarea de constitución de sujetos “constructores de una entidad en la que nuestros pueblos se sientan expresados como agentes históricos”, es decir, sujetos de derecho.

Con el fin de profundizar en el sentido que se quiere evidenciar, Roig propone examinar la relación moralidad-eticidad. Ambas se presentan en un universo conflictivo que expresa la historia latinoamericana. Es éste el que genera la aparición del “hombre natural” en cuanto “agente histórico” que desde la moralidad denuncia y rechaza las condiciones de una eticidad dominante que se pretende universal a partir de un sustento de injusticia. Se trata de una “contraposición entre una ética del poder y una moralidad de la protesta, entre un mundo objetivo construido por los amos y un mundo de la subjetividad popular que tiene como impulso las necesidades indispensables para el cumplimiento de un valor no realizado, en este caso, el de “la vida humana” y su riqueza”. Sin embargo, la satisfacción del valor señalado solamente podrá alcanzarse cuando la “necesidad humana” se exprese en “su más elevado objeto que es siempre otro ser humano considerado como fin y no como medio”.

Ante la pregunta ¿qué somos?, Roig señala que Martí responde por una pluralidad que expresa lo telúrico y lo sagrado, mas no se reduce tan solo a ello, puesto que al ser natural le viene su ser en el ejercicio propio de su historicidad. Frente al hombre natural está el dominador. Un conjunto simbólico cuya centralidad tiene que ver con la escritura de la justicia fijada y acumulada. La escritura se nos presenta así como un código frío y sin vida. Se trata de una “Contraposición evidente, en este caso, entre el habla coloquial del lenguaje campesino, expresión no perversamente mediatizada de una vida que sentimos como espontánea, frente al metalenguaje de los redentores bibliógenos, nacidos de los libros y productores de libros con los que pretenden justificar los códigos impuestos a la población latinoamericana por quienes han ido heredando el ejercicio de un poder injusto y, con el, la construcción de una eticidad de ese poder, a lo largo de los quinientos años de nuestra actual cultura”.

El saber como ejercicio de liberación

Roig rescata desde “los años crueles” – la historia reciente de Argentina y Latinoamérica - las circunstancias que a pesar de todo permitirían ver un impulso para el enriquecimiento de la subjetividad latinoamericana. En Palabras de regreso[8] y respecto de la situación de la universidad y la filosofía haciendo un “ejercicio del recuerdo” plantea la necesidad de “reestablecer con toda su majestad esa maltrecha justicia”, además de rechazar el arrinconamiento del saber y su cultivo: el agravio ocurrido contra la academia en cuanto al “clima de libertad y respeto sin la cual no hay avance en el saber”.

Siguiendo el curso de su reflexión, indica Roig específicamente para la filosofía, que esta tiene una tarea a partir de la relación con la libertad que viene desde sus orígenes diciendo: “que el ejercicio de esa libertad, que en filosofía es la puesta en marcha de una praxis teórica responsable por eso mismo crítica, sea un hecho. Sin este requisito no solamente no habrá filosofía, sino que no habrá institución universitaria”.

Vemos pues, que el papel de la filosofía está marcado por un ejercicio de libertad y este se manifiesta en una praxis teórica responsable. Tales características –que no pertenecen tan sólo a la filosofía, sino que se hacen necesarios a las demás formas del saber- son focalizadas por Roig en la filosofía como un carácter ejemplar en cuanto ejercicio de liberación. Referido a esto, nuestro autor comienza por tratar la separación meramente ideológica de teoría y praxis. Caso contrario, se arriesga a que “no pueda alcanzar su plenitud sin ser a la vez un “quehacer práctico” ”. Roig nos dice: “El filosofo o quien se precie de serlo o humildemente quiera serlo, deberá regresar al ágora, deberá reincorporarse valientemente a la ciudad” es decir, se nos habla acá de una “responsabilidad social y política”. Podríamos decir que Roig señala para la filosofía, no la búsqueda de un “mundo de sentido”, sino del “sentido del mundo”.

Con el miedo como escenario, la educación se torna vertical y formalista, guiada por los “guardianes del orden”. Sin embargo, es interesante observar el mecanismo de los reprimidos: “el reprimido le hace el juego al represor, en la medida en que se convierte, paradojalmente, en represor de sí mismo”. He ahí que la tarea de la liberación incluye también el “ámbito humano de cada uno”. Se tratará de desalojar el miedo personal, “la autorrepresión, la autolimitación, la renuncia”, tarea no fácil, puesto que el miedo hecho carne se instala de manera no conciente, por lo cual se hace necesario lo que Roig llama “un autoanálisis, que no será de una enfermedad individual, ni de la conciencia en cuanto conciencia moral”. Esta actitud tendrá que ser dialogal y crítica. Dialogal por el carácter social de quienes participan en ella y crítica en cuanto a tener como objeto la revisión de la racionalidad vigente. A la manera de Bacon, Roig llama a “desmontar ídolos”. Con esto se refiere fundamentalmente a la fuente de la irracionalidad: el miedo. Así la filosofía tiene un papel fundamental en esta tarea en cuanto “saber de sospecha y de denuncia, de sospecha en la maldad y denuncia en la perversidad”. Para esto ha de tratarse de un filosofar que salga de la universidad y que converse con aquellos aparentemente ajenos al quehacer señalado.

Desprendimiento, responsabilidad y compromiso

Lo antes señalado para la filosofía y la universidad, se funda en el valor de la responsabilidad individual y social, asuntos que Roig ve clarificados en el pensamiento de Sartre. Dos aspectos gravitan alrededor: primero, referido al sujeto mismo: si acaso se quiere ser real y plenamente responsable y segundo, referido a las condiciones externas: si acaso es posible en pleno, asumir la realidad de la responsabilidad.

Desde Sartre, se responde afirmativamente, clarificando a partir de dos fundamentos: la afirmación de “la prioridad de la existencia respecto de la esencia” y la denuncia respecto de “la tradición occidental en cuanto ella ha sido construida sobre un desplazamiento de la existencia”. Tales hechos están en relación con el terror de la contingencia, a partir del cual se construyen formas esencialistas para salvar la dificultad negando el campo de los valores de la existencia espontánea obstruyendo el despliegue del “constitutivo primario del ser humano”.

La situación descrita anteriormente nos ha llevado a una consecuencia: la reducción del “margen de creatividad, de juego pleno de humanidad”, los riesgos están domesticados. Consecuentemente, la responsabilidad en cierto modo se congela, se reduce a la práctica de fórmulas. Uno de los méritos de Sartre - al cual Roig señala como propietario de un “esfuerzo heroico” – ha sido el de desnudar la condición humana, mostrar a la intemperie la existencia en cuanto a priori por sobre la regularidad de un discurso osificador de ésta. Esto último, Sartre lo emprende desde el sujeto y su existencia. El filósofo francés llama a la “inmersión en la contingencia”. Tarea que Roig ve como un “dejarnos enfrentados a nosotros mismos”.

Sartre, dice Roig, propone “desprendernos de las armazones heredadas, de la “naturaleza humana” como un molde sobre los que se mide a los seres de carne y hueso, de lo establecido en cuanto pretendido “deber ser” desde el que se juegan una responsabilidad y un compromiso regulados por condiciones y normas externas”. Prosigue Roig: “si tal desprendimiento (dégagement) fuera posible – de hecho Sartre lo pone como condición de su sistema – nos encontraríamos ante la contingencia pura y nuestro juego de libertad sería radical. Únicamente desde aquel “desprendimiento” es posible un auténtico “compromiso” (engagement).”

Un proyecto de identidad.

“Y si la dictadura militar, en nombre del Estado, tronchó una generación, destruyó una juventud y provocó el exilio más grande de la historia patria, el plan económico que se inició con ella, continua profundizándose y llevando a otras generaciones a los márgenes de la vida y de la historia”. A Roig le parece que aún estamos de algún modo en el clima de aquel tiempo. Condición primordial de esto es el “olvido”. Obviamente a partir de intereses creados, se intenta acallar a su opuesto: “la memoria”. Es más, Roig ve entre ambos componentes cuando se muestran en oposición un dilema falso puesto que “la memoria” no es incompatible con la justicia y el ejercicio memorioso acompañado de ella no implica agravio, ni menos aun venganza” puesto que la memoria en su construcción pasa por “toda auténtica vida democrática”. Roig propone como lema para este asunto “memoria y justicia”.

Así mismo, considera como necesarias y derecho inalienable la construcción de historias alternativas frente a las oficiales. Esto último, se hace necesario en la medida que nos preocupamos por nuestra identidad, cuestión que no depende de una esencia, sino de una construcción constante en la medida de la necesidad del tiempo. En esta historicidad y autorreconocimiento está presente la posibilidad de responder a la circunstancia actual, sino ¿cómo habríamos de vivir? “¿vamos a dejar llevarnos por aquel desencanto o vamos a resignarnos a vivir en los resquicios que dejaría eso que llaman “Globalización”? ¿Nos plegaremos al discurso resignado, conformista, y en muchos casos, oportunistas y hasta cínicos de aquellos que han bajado los brazos porque en este mundo “fragmentado” vivir el desencanto es saludable?”.

Como respuesta a estas preguntas Roig llama a embarcarnos en un “proyecto de identidad social nacional y latinoamericano”. Existe todo un bagaje cultural y hereditario que posibilita esa esperanza. Roig propone como referente preferencial a los derechos humanos, su profundización y aseguramiento más allá del discurso político, construcción de “nuevas formas de convivencia humana y estructuras sociales, adecuadas a esos derechos”. Y por otra parte, dice algo que nos parece vital respecto del apropiamiento de la historia como “haber”, puesto que esta está hecha de necesidad y contingencia, posibilita que pongamos a “nuestro favor tanto la una como la otra”. El filósofo argentino llama a hacer esfuerzos comunitarios siguiendo el camino de la humanidad tras “sus propios ideales regulativos”. En ese sentido, el hacerse críticos parece sustancial a un logro de un “perfil propio”, dinámico y combativo desde una sociedad civil independiente. Junto a esto plantea la profundización del “poder de opinión” y la prensa libre. Todas conductas en relación con la lucha por una democracia en que haya justicia social y “los derechos humanos no sean palabras vanas” dejando de lado cualquier posibilidad de corrupción la que amenaza tanto en democracia como está presente en la tiranía.

A modo de conclusión

El tema de la identidad latinoamericana nos remite a una diversidad y pluralidad de naciones, grupos sociales, tradiciones, etc. En ese sentido se evidencia que la construcción de lo latinoamericano requiere del reconocimiento de lo múltiple. Solo así es concebible una unidad en nuestra tierra: unidad en la pluridiversidad.

Por otra parte, la captación del “nosotros” se produce siempre desde un horizonte de comprensión. El transcurso de la historia modifica los contextos, exigiendo de parte de quien los vive una recreación de modo que la herencia o la tradición -“el legado” según Roig- necesita una continua re-actualización. Del mismo modo una actitud de revisión respecto del sí mismo propio y sus condicionantes. Así entonces tenemos, considerando lo anterior, otro antecedente para un marco de acción. Antecedente que se nos presenta como pedagógico-axiológico en cuanto indica una orientación para ser y deber ser.

Eludiendo toda victimización, el autor propone la marginalidad como un espacio enriquecedor en que se producen creativamente acciones superadoras de la condición de postergación, respuestas que quiebran la construcción oficial de la realidad con su destino y que subyacen en la mayoría de los casos ignoradas. Es desde allí que se origina no solo la resistencia, sino también la posibilidad de pensar la utopía. La subjetividad latinoamericana entonces, desde Roig, tiene como piso el mundo marginal. Es desde allí, desde los necesitados – el sitio de la moralidad de la protesta - desde donde ha de surgir la confrontación y alternación al mundo de la ética del poder.

Es así que el sujeto postulado por Roig se constituye como respuesta desde una moralidad alterna a una eticidad estatuida. La moralidad es el ámbito de lo vivido, la existencia, en su variopinta realidad. Por el contrario, la eticidad dominante se constituye desde “la escritura”, en la pretensión de universalidad. Este conflicto es uno de los antecedentes básicos de la existencia latinoamericana, confrontación claramente señalada por la presencia de los amos y el “mundo de la subjetividad popular”.

El espacio en que debe desarrollarse las tareas superadoras de la situación, metafóricamente ha sido nombrado como “ágora”, es decir, la ciudad, lo social y lo político. También los saberes científicos e intelectuales deben constituirse comunitariamente en una actividad pedagógica participativa que extraiga riquezas a partir de la experiencia cotidiana. Junto a estas herramientas de liberación, tenemos que contar con que esta debe desarrollarse también como tarea individual. La fundamental acción respecto de lo personal es desalojar el miedo. Roig dice que en las condiciones actuales de la sociedad, el miedo se hace carne, es decir, se instala vitalmente en cada uno de nosotros, generando mecanismos a través de los cuales hacemos juego al poder dominante.

La responsabilidad y el compromiso son valores que se ejercen individual y socialmente, pero requieren para asumirlos cabalmente de una gran radicalidad. Esta debe contemplar como supuesto central el que no seamos seres definidos desde una esencia, sino más bien desde la existencia. Un punto de partida que debe considerarnos como una continua e inacabada construcción que deshiele las fórmulas respecto de nuestro deber ser en la tibieza de la “inmersión en la contingencia”. Esta situación humana señala una condición con la cual hay que contar siempre: La contingencia ocurre no externamente a nosotros, sino en y con nosotros. Así es que la tarea requiere el estar en continua modificación según nuestra lectura de la realidad, sabiendo que esta deviene y formamos parte de ella. El sujeto visto así es un continuo hacerse, llamado a liberarse de todo absoluto que no sea el del propio existir.

* Sergio Romero González es profesor de filosofía. Magíster mención Pensamiento Contemporáneo. Trabaja para el Departamento de Teología de la Universidad Católica del Norte, Sede Coquimbo, a orillas del mar pacífico en Chile, cuarta región.


[1] Este artículo tiene como base la investigación realizada entre el 2004 y 2005 con el patrocinio de ICALA, Intercambio Cultural Alemán-Latinoamericano.

[2] En nuestra investigación hemos intentado enlazar dos obras de Arturo Andrés Roig: Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano y Ética del poder y moralidad de la protesta: La moral latinoamericana de la emergencia. Separadas en el tiempo por casi dos décadas, sin embargo articuladas plenamente.

Roig , Arturo Andrés, Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano.

http://www.ensayistas.org/filosofos/argentina/roig/teoria/ .

________________ Ética del poder y moralidad de la protesta: La moral latinoamericana de la

emergencia.

http://www.ensayistas.org/filosofos/argentina/roig/etica/

[3] Borroneo que empieza a ser molesto para sectores conservadores y a requerir soluciones radicalmente represivas como el muro de los 600 kl. en la frontera de los EEUU. y México actualmente en construcción.

[4] Ética del poder y moralidad de la protesta: La moral latinoamericana de la emergencia.

[5] Homenaje en el CRICYT, Centro Regional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas, Universidad nacional de Cuyo.

[6] "¿Crees que he hecho mal en consagrar al estudio el tiempo que, por mi sexo, debería haber perdido como tejedora?".

[7] Etica y liberación: José Martí y el “hombre natural”en Op. cit.

[8] En recepción y homenaje a su retorno a la Universidad Nacional de Cuyo, después de su exoneración en dictadura. Op. Cit.